viernes, 18 de junio de 2010

Cardonal

Existen varios lugares denominados, Cardonal, con algunas diferencias menores, no obstante, el significado o la cualidad del territorio señalado alude a la abundancia de este matorral arbustivo. El lugar que hoy llama mi atención es la estación de ferrocarriles del Ramal a Pichilemu.
El primer contacto con ese lugar ocurrió en mi infancia, en una edad que no puedo precisar en la década del sesenta. Invitados a pasar unos días de vacaciones en verano a la casa de unos tíos, una hermana de mi madre, la tía Clara es la esposa del Jefe de la Estación, el tío Guillermo.
Dicha estación fue destinada a servir fundamentalmente a la carga de productos agrícolas de los campos que la rodean. La escasa población de la comarca se encuentra diseminada en pequeñas propiedades de alrededor y el mayor número de pobladores vive concentrado en las haciendas y fundos, el más importante, San Miguel de las Palmas. En los linderos de San Miguel y cruzado por el tendido ferrocarrilero
está Santa Josefina, una pequeña propiedad, la que conocería involuntariamente, en aquella época. Sergio, un amigo del tío me concedió que subiera a su caballo, éste al sentir un jinete en su montura, resolvió tomar el camino de su casa, sin obedecer a ningúna orden de las riendas, marchando a paso cansino e inalterable hasta su pago.
La situación fue tomada con mucho humor de los adultos, los que caminaron tras la cabalgadura, atentos de lo que fuera a pasar y para acompañar de regreso ala casa de la Estación al inexperto jinete.
Ahí, en Santa Josefina, conocí a los Núñez, en la propiedad de don Alejandro Flores.
En aquella visita lo que mejor quedó grabado en mi memoria fue la higuera y otros árboles de gran tamaño que rodeaban ese hermozo reducto, la sorpresa de las señoras de la casa al verme llegar solo en el caballo de la propiedad, luego de algunos minutos al ver a su verdadero jinete, más tranquilas, hicieron gala de amabilidad. No recuerdo haber visto niños en aquella ocasión, más tarde me haría de una gran amistad con los Flores Núñez, mantenida hasta hoy y con lazos muy potentes, como que somos compadres con los Flores Villalobos al apadrinar a su hija María de Los Angeles en su bautismo cristiano.
En el transcurso, he visitado en varios momentos, la casa de Santa Josefina, de los que guardo recuerdos imborrables, de paz, quietud, angustia, amistad, seguridad...
Hoy la casa de Santa Josefina es una más de las numerosas víctimas del terremoto, construida con adobes y un diseño arquitectónico distinto del "típico chileno",era de singular belleza y calidez. El fin del adobe es el principio que reinstala mi gratitud y los recuerdos de una de las etapas más complejas, la del fin de las utopías.