martes, 27 de mayo de 2008

Los Trenes de Víctor León

El tren de mis sueños, sale cada día desde la punta de rieles de la Estación de Pichilemu, ubicada a 500 metros del océano -ese otro compañero de mágicas travesías-, el carril serpentea por la rivera sur del estero de Petrel. Suavemente, emprende el ascenso de terraplenes en medio de la cuenca del estero y los espejos del Bajel y el Ancho.
Una noble locomotora convoya la hilera de carros, desde la ambulancia al sobornalero. Deja atrás un cúmulo de despedidas y se abre paso a través del aspero terreno cordillerano; puentes, rellenos, cortes, túneles y estaciones, facilitan el trabajo. ¡Cuanto costaron!, gracias a esa titánica obra, se fundaron esperanzas, pueblos y todo un mundo de ferrocarrileros y usuarios, conectados indisolublemente en extensa red.
No supimos cuidarlo y vino a menos. Nos encandilamos con el manejo del tiempo propio, la seguridad de las cargas y el viaje de puerta a puerta, en fin, todos los actores, aniquilamos al tren. El tren hoy, vive para los vivos y para los soñadores, son trenes distintos, circulan por diferentes rieladuras.
Me quedo con el tren de León, el invita, me lleva de la mano en un gran recorrido, desde los inicios del uso del vapor como fuente de energía, su evolución, los fenómenos colaterales, la cultura ferroviaria de San Fernando y sus ramales, Pichilemu y Las Cabras-El Carmen.
Un ameno viaje de reencuentro con la nostalgia y con nosotros, gracias a la potencia ferroviaria de Víctor León Vargas, éste notable y esforzado conservador de nuestro patrimonio de todas layas.

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