jueves, 11 de febrero de 2010

José Vargas Badilla

LAGUNA DE CAHUIL

Laguna de Cáhuil
linda y señorial,
espejo del cielo,
novia del mar.

En noches de luna,
noches de cristal,
la brisa marina
es todo un cantar.

Laguna de ensueño,
junto al verde mar,
en verano viste
de rosa y percal.

Es una laguna
de preciada sal,
fértil en mariscos
y diafanidad.

El agua recibe
en breve caudal
del rio Nilahue
en viaje hacia el mar.

Tuvo en el pasado
nombre sigular:
Laguna "Los Choros",
grato es recordar.

Recordar aquellos
que muertos están
y que laboraron
produciendo sal.

¡Qué bella laguna
la de mi cantar!
Laguna de Cáhuil
junto al verde mar.

Hace unas semanas atrás, mi amigo Pépe cambió de estado, nos trasciende su amorosa familia y la riqueza de su genio. El sentido duelo me hizo rehusar la gentil invitación para improvisar algunas palabras de despedida en el cementerio donde reposan sus restos. Mi experiencia en más de una ocasión similar no han sido airosas, sin embargo mi deseo de compartir algunas vivencias con él, son justas i necesarias, puesto que les concedo el mayor valor y me siento honrado por distinguirme con su inalterable amistad.
Antes que todo, una, de sus innumerables creaciones, de su bastísima obra de intelectual infatigable y de la cual sería lato copiar recrear.
Del mismo modo; las distinciones, reconocimientos, premios, y las publicaciones, siempre, fruto de su sólo esfuerzo y desición. No golpeaba la puerta de los burócratas tras el escatimado financiamiento público. Sin lecturas previas ni censuras, acometía con vigor cuanto tema y disciplina de su interés. Muchas campañas bajo su piel, de hombre sencillo, tejido a mano, como dijeron.
De algunas de sus cualidades, deseo notar el gran respeto por la amistad con la que a orgullo, también me distingió. Su estímulo generoso por cuanta actividad cultural se profesara. Tanto más, si aquella se centraba o tenía por escenario, su tierra colchaguina y las residencias de sus amores.
Además de su pródiga cordialidad, afecto y fina conversación. Junto a su querida esposa u otros miembros de su familia. Don Pépe e Inesita, inseparables, acompañándole, acompañándome, en la Casa Colorada, el edificio del Casino o en sus hospitalarias casas de San Fernando o Pichilemu. Presencia serena y distinguida, siempre. Sin quiebres. Tremenda fortaleza que envidio un poco, pues aún, la emoción y el duelo me inhiben. Perfectamente humano, para cualquiera, valor. No más crea que la semilla cambie de estado para dar paso al fruto, ese fruto maduro de la vida, como suscribí hace unos cuantos meses.
Ese otro estado de mi amigo Pépe. Siempre con los tuyos y con todos, conmigo. Siempre.

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