En el nuevo libro,"Artesanos de la palabra", del profesor Carlos Leyton Labarca, está toda la sabrosura de la tradición oral costina, la que nos conecta con nuestro ser íntimo, identidad pura que nos proyecta con el ser nacional y la universalidad. Mitos, leyendas y narraciones simples y transparentes, sin artilugios ni pretensiones originarias. Quizás, la impronta infantil de los recopiladores y la fidelidad del "profe", al trasvasijar el rico caudal, constituyan el gran mérito de esta obra, que aborda la raigambre secular del imaginario de los estoicos habitantes de la costa cardenalina.
Hoy día, muchos jóvenes pueden ostentar el privilegio de haber participado junto a Leyton en el largo y doloroso "parto" del Museo del niño rural de Ciruelos. Los alumnos y su maestro, llenos de entusiasmo y perseverancia, muchas veces al límite, para regalarnos su acervo cultural. Esta vez en un soporte gráfico, que espero sea divulgado con generosidad, especialmente, entre las familias rurales.
Por cierto, que el éxito y el efecto que debe tener este libro, depende de sus creadores y desde luego de aquellos empresarios que han comprendido que aportar a la realización de empresas culturales, es una buena inversión, la instalación definitiva en la retina y memoria del colectivo, asociada a un producto de altura produce importantes réditos, que bien se merecen.
Don Antonio de Petrel.
martes, 18 de diciembre de 2007
viernes, 9 de noviembre de 2007
Más juegos de azar
Los juegos de azar eran una actividad importante en la mayoría de los recintos termales, desde la antiguedad y en las más diversas y dispersas culturas, por ejemplo, las termas de Caracalla, en Roma, poseían salones especiales dedicados a los juegos de azar o invite.
Asimismo, nuestros mapuches acudían a las termas, a rendir tributo a Meulen, divinidad benéfica de las aguas y disponían en aquellos sitios, el de más belleza natural, Aliwen, para la práctica de sus reuniones y juegos.
Mi cronista colonial predilecto, don Gerónimo de Vivar, dedica un capítulo especial, el XCI, que trata de una manera de juego que tienen estos indios de Mapocho y todos los demás de esta comarca.
Su manera de juego de estos indios es de esta manera: que en el suelo hacen una placita pequeña, y por una parte de ella hacen una raya como una "C" al derecho y otra "C" al revés; y en medio de estas dos "Ces", digo en las cabezas, está un hoyuelo pequeño, y por las dos "Ces" va por cada una de ella, diez hoyuelos más pequeños. Y ponen por ellos piedras o Maíces o palos, de manera que difieren en la color los unos de los otros. Y desde fuera de este circuito hincan una varita de tres palmos, y la cabeza de ella cae en medio de este circuito de las "Ces". Hacen de una varita de mimbre una "O" atada allí, que será tan grande como una ajorca.
Y siéntanse los que quieren jugar, que son dos o cuatro compañeros, y no pueden jugar más de cuatro. Y toman cuatro frijoles blancos, -porque los hay de muchos colores-, y por la una parte los tornan negros, y échanlos por de dentro de la mimbre que está en alto, como ajorca que digo y, en echándolos y en dándose con las manos en el pecho y muslo derecho, es todo uno, hablando en alto. Y caen abajo en la placita.
Y si caen todos blancos, sube aquél que las echa cuatro casas, subiendo de la casa del cabo para arriba do está la otra casa que digo, que es mayor que éstas. Y si echa todos negros, sobre tres casas con la misma piedra que anda. Y si echa dos blancos y dos negros, anda una casa. Y si echa uno negro, y tres blancos, o tres negros y uno blanco, pierde la mano, y juega el contrario, y sube de la misma manera conforme a lo que echa.
Y esta piedra que va caminando por las casas en que están las otras piedras; y si acierta a entrar en la casa mayor que dije de la cabeza de las "Ces", pierde la mano. Estando allí gana aquella piedra al contrario, y echa ganancia, sale de allí hacia las piedras contrarias y prende a todas en cuantas casas entra con lo que ha echado; y si estando en la casa grande pierde la piedra, es porque dicen ellos que aquél es río y que se ahogó. Y torna a jugar con la otra del cabo que queda, y si se la matan, con la otra del cabo. Y así juegan, y el que antes mata y echa fuera de sus casas las diez piedras contrarias, gana el precio que ponen.
Y este es su juego, y no tienen otro. Y son muy grandes tahures, tanto que muchas veces juegan las mujeres e hijos, y ellas son muy tahures de éste juego, y juegan lo que tienen.
Los aborígenes de la comunidad que sepultó los cuerpos al pie de la terraza, ¿concurrirían al "primer casino"?, despues de todo, otro mito popular afirma que esa cueva es la salida de escape del casino del Gran Hotel.
Asimismo, nuestros mapuches acudían a las termas, a rendir tributo a Meulen, divinidad benéfica de las aguas y disponían en aquellos sitios, el de más belleza natural, Aliwen, para la práctica de sus reuniones y juegos.
Mi cronista colonial predilecto, don Gerónimo de Vivar, dedica un capítulo especial, el XCI, que trata de una manera de juego que tienen estos indios de Mapocho y todos los demás de esta comarca.
Su manera de juego de estos indios es de esta manera: que en el suelo hacen una placita pequeña, y por una parte de ella hacen una raya como una "C" al derecho y otra "C" al revés; y en medio de estas dos "Ces", digo en las cabezas, está un hoyuelo pequeño, y por las dos "Ces" va por cada una de ella, diez hoyuelos más pequeños. Y ponen por ellos piedras o Maíces o palos, de manera que difieren en la color los unos de los otros. Y desde fuera de este circuito hincan una varita de tres palmos, y la cabeza de ella cae en medio de este circuito de las "Ces". Hacen de una varita de mimbre una "O" atada allí, que será tan grande como una ajorca.
Y siéntanse los que quieren jugar, que son dos o cuatro compañeros, y no pueden jugar más de cuatro. Y toman cuatro frijoles blancos, -porque los hay de muchos colores-, y por la una parte los tornan negros, y échanlos por de dentro de la mimbre que está en alto, como ajorca que digo y, en echándolos y en dándose con las manos en el pecho y muslo derecho, es todo uno, hablando en alto. Y caen abajo en la placita.
Y si caen todos blancos, sube aquél que las echa cuatro casas, subiendo de la casa del cabo para arriba do está la otra casa que digo, que es mayor que éstas. Y si echa todos negros, sobre tres casas con la misma piedra que anda. Y si echa dos blancos y dos negros, anda una casa. Y si echa uno negro, y tres blancos, o tres negros y uno blanco, pierde la mano, y juega el contrario, y sube de la misma manera conforme a lo que echa.
Y esta piedra que va caminando por las casas en que están las otras piedras; y si acierta a entrar en la casa mayor que dije de la cabeza de las "Ces", pierde la mano. Estando allí gana aquella piedra al contrario, y echa ganancia, sale de allí hacia las piedras contrarias y prende a todas en cuantas casas entra con lo que ha echado; y si estando en la casa grande pierde la piedra, es porque dicen ellos que aquél es río y que se ahogó. Y torna a jugar con la otra del cabo que queda, y si se la matan, con la otra del cabo. Y así juegan, y el que antes mata y echa fuera de sus casas las diez piedras contrarias, gana el precio que ponen.
Y este es su juego, y no tienen otro. Y son muy grandes tahures, tanto que muchas veces juegan las mujeres e hijos, y ellas son muy tahures de éste juego, y juegan lo que tienen.
Los aborígenes de la comunidad que sepultó los cuerpos al pie de la terraza, ¿concurrirían al "primer casino"?, despues de todo, otro mito popular afirma que esa cueva es la salida de escape del casino del Gran Hotel.
viernes, 2 de noviembre de 2007
Juegos de azar
Según don Miguel de Cervantes y Saavedra, autor del hidalgo, don Quijote de La Mancha, el territorio de las colonias de Las Indias son;"Pala y cubierta de los jugadores.
Como señala en forma clara, Francisco Morales Padrón, en las instrucciones recibidas de las autoridades de la colonia por los capitanes de la conquista, se prohibe expresamente, los juegos de azar. No obstante, casi todos los conquistadores jugaban al punto de confeccionar cartas de barajas con los cueros de los libros, para luego disputarse en la mesa de juego todo tipo de bienes.
Así como también sería un lucrativo negocio arrendar el derecho a cobrar por la importación de barajas. Se debe tener en cuenta que los naipes, también se usan en juegos de entretención , solamente, sin mediar apuestas.
Enrique Bunster en su Oro y Sangre dice, que Valdivia sabía exactamente que la tierra de Chile era un pozo para enterrar más oro del que se sacaba y que vino aquí no por codicia, porque él llamaba al oro, con displicencia, "el cebo de manjar amarillo", y lo dilapidaba en la mesa del naipe sin abandonar su sonrisa de gran señor. Amaba la conquista como otro juego de azar, y por venir a conquistar Chile perdió la propiedad de su rica mina de plata del Perú.
Las carreras de caballos y las riñas de gallos, donde se apuestan sumas considerables, dice Carlos Freire, son las entretenciones preferidas. También, El gusto a otros juegos como, las cartas, los dados y el juego de bolos forman las delicias de los chilenos. En el campo ocurre a menudo que después de jugarse el dinero, se juegan las alhajas, la ropa y hasta los animales. Sin embargo el vicio del juego es aún más fuerte en las ciudades, donde suele ocasionar riñas en las cuales el cuchillo sale a relucir.
Todavía hay mucho juego por delante.
Como señala en forma clara, Francisco Morales Padrón, en las instrucciones recibidas de las autoridades de la colonia por los capitanes de la conquista, se prohibe expresamente, los juegos de azar. No obstante, casi todos los conquistadores jugaban al punto de confeccionar cartas de barajas con los cueros de los libros, para luego disputarse en la mesa de juego todo tipo de bienes.
Así como también sería un lucrativo negocio arrendar el derecho a cobrar por la importación de barajas. Se debe tener en cuenta que los naipes, también se usan en juegos de entretención , solamente, sin mediar apuestas.
Enrique Bunster en su Oro y Sangre dice, que Valdivia sabía exactamente que la tierra de Chile era un pozo para enterrar más oro del que se sacaba y que vino aquí no por codicia, porque él llamaba al oro, con displicencia, "el cebo de manjar amarillo", y lo dilapidaba en la mesa del naipe sin abandonar su sonrisa de gran señor. Amaba la conquista como otro juego de azar, y por venir a conquistar Chile perdió la propiedad de su rica mina de plata del Perú.
Las carreras de caballos y las riñas de gallos, donde se apuestan sumas considerables, dice Carlos Freire, son las entretenciones preferidas. También, El gusto a otros juegos como, las cartas, los dados y el juego de bolos forman las delicias de los chilenos. En el campo ocurre a menudo que después de jugarse el dinero, se juegan las alhajas, la ropa y hasta los animales. Sin embargo el vicio del juego es aún más fuerte en las ciudades, donde suele ocasionar riñas en las cuales el cuchillo sale a relucir.
Todavía hay mucho juego por delante.
jueves, 1 de noviembre de 2007
Casinos, garitos, juegos y Manuel Rojas
De nuestro viejo y querido Manuel Rojas y de sus Imágenes de infancia tomamos estas notas sobre los juegos de azar.
"Fuera de estos hombres había en el barrio otros, atrayentes también por su vida y carácter, aunque menos ostensibles y bulliciosos. Existían por allí casas de juego, timbas populares- se las llama carpetas-, cuyos dueños, ladrones o policías retirados o comerciantes de poca monta, explotaban el vicio del juego entre trabajadores y gente tragediosa. No era raro ver pasar en las mañanas, muy sentados dentro de un coche, a individuos que no llevaban encima más ropa que los calzoncillos y la camisa: habían perdido su dinero en el juego y después del dinero habían jugado y perdido el traje, los zapatos y el sombrero- por esos tiempos, y hasta unos veinte años después, llevaban sombrero hasta los naturalistas ( los únicos que no lo llevaban eran las personas reputadas dementes). Otros, sin crédito con los cocheros, pasaban a pie, envuelto el cuerpo, de la cintura para abajo, en una hoja de diario o en un trozo cualquiera de género. A pie desnudo o en calcetines desfilaban con gran seriedad por la calle, en medio de las sonrisas de los transeaúntes y las preguntas y risillas irónicas de los conocidos.
Todo este mundo de subhombres, ladrones de ínfima categoría, mendigos, jugadores, borrachos y bandidos, daba al barrio un carácter singular, constituyendo un espectáculo entre triste y pintoresco, entre bizarro y repugnante. Algunos amigos míos, de filiación liberal, me aseguran que esos hombres y muchos otros de igual o parecida condición, son así porque no quieren ser millonarios, poetas, sabios o héroes. A pesar del aprecio que siento por esos amigos, se me hace duro creerlo."
Hace algunos años me confidenció, la hija del último operador del casino clandestino de Pichilemu, que su padre tomó la desición de cerrar las salas de juegos dado los exesivos cobros de las autoridades por hacer vista gorda al funcionamiento del "primer casino".
Más juego, más casino.
"Fuera de estos hombres había en el barrio otros, atrayentes también por su vida y carácter, aunque menos ostensibles y bulliciosos. Existían por allí casas de juego, timbas populares- se las llama carpetas-, cuyos dueños, ladrones o policías retirados o comerciantes de poca monta, explotaban el vicio del juego entre trabajadores y gente tragediosa. No era raro ver pasar en las mañanas, muy sentados dentro de un coche, a individuos que no llevaban encima más ropa que los calzoncillos y la camisa: habían perdido su dinero en el juego y después del dinero habían jugado y perdido el traje, los zapatos y el sombrero- por esos tiempos, y hasta unos veinte años después, llevaban sombrero hasta los naturalistas ( los únicos que no lo llevaban eran las personas reputadas dementes). Otros, sin crédito con los cocheros, pasaban a pie, envuelto el cuerpo, de la cintura para abajo, en una hoja de diario o en un trozo cualquiera de género. A pie desnudo o en calcetines desfilaban con gran seriedad por la calle, en medio de las sonrisas de los transeaúntes y las preguntas y risillas irónicas de los conocidos.
Todo este mundo de subhombres, ladrones de ínfima categoría, mendigos, jugadores, borrachos y bandidos, daba al barrio un carácter singular, constituyendo un espectáculo entre triste y pintoresco, entre bizarro y repugnante. Algunos amigos míos, de filiación liberal, me aseguran que esos hombres y muchos otros de igual o parecida condición, son así porque no quieren ser millonarios, poetas, sabios o héroes. A pesar del aprecio que siento por esos amigos, se me hace duro creerlo."
Hace algunos años me confidenció, la hija del último operador del casino clandestino de Pichilemu, que su padre tomó la desición de cerrar las salas de juegos dado los exesivos cobros de las autoridades por hacer vista gorda al funcionamiento del "primer casino".
Más juego, más casino.
domingo, 28 de octubre de 2007
casinos de ayer, hoy y mañana
Hablar sobre casinos de juegos en Chile, la primera idea recurrente es la existencia del Casino de Viña del Mar. Este tuvo su origen legal mediante una ley exclusiva, la N*283, que hizo exepción de los artículos;277,278 y 279 del código penal.
Esta ley que crea el Casino de Viña del Mar, data del 7 de febrero de 1928, fue firmada por el presidente Ibañez y su ministro, Enrique Balmaceda. Así quedó consagrado legalmente el juego de azar que se practicaba clandestinamente, desde siempre y en muchos lugares, y Viña del Mar, por cierto, no era un lugar de exepción.
Las autoridades locales trataban el tema en una sesión secreta ya en 1913, debido que el juego era una realidad en las instalaciones del balneario Recreo, desde sus comienzos. Acudían turistas y extranjeros que pululaban por la actividad portuaria y comercial del vecino Valparaiso.
La fauna portuaria, mata el ocio y el tiempo mientras se desarrollan las largas faenas de carga y descarga de las naves, entre otras cosas, en el juego, para cuyo objeto numerosas tertulias, tablaos y trastiendas se prestan a propósito. Como aquella que funciona frente a la iglesia de la Merced de Valparaiso y que visitara doña María Graham en 1822, " nos dirigimos a la expresada venta que se halla justo frente a la iglesia. Al principio me imaginé que fuera la casa particular de alguna amiga..." y agrega, "el juego es tan común entre la clase baja como en la mejor sociedad. Toda nación rudimentaria juega; todo pueblo de civilización refinada hace lo mismo","Varios juegos se practican aquí tal como en Europa y en el Oriente..."
Por aquellos años Viña del Mar era una hacienda, propiedad de un primo de José Miguel Carrera. Don Juan Antonio Carrera adquirió dicha hacienda en 1799, permaneciendo su propiedad en miembros de la familia por aproximadamente, medio siglo y luego ser vendida a don Francisco Alvares, en 1840.
En esa época don Juan Antonio Carrera, heredó un tercio de la hacienda de San Antonio de Petrel, la que vendió, en 1827 a doña Tránsito, la tercera hija del matrimonio Carrera Salinas, de modo, que esta célebre familia patriota, durante los aciagos días de la revolución independentista, poseía un fuerte vínculo con Pichilemu y Viña del Mar, através de sus propiedades.
Como era Viña del Mar en dichos tiempos, nos lo cuenta María Graham, en su Diario de mi residencia en Chile, anota el 14 de noviembre de 1822;"es una bella propiedad; la atraviesa el riachuelo de Marga Marga, formando un valle extraordinariamente fértil; en el pueblo, que da su nombre al riachuelo, se encuentran las mejores lecherías de la comarca".
"Como en la hacienda se están reemplazando las viñas por siembras de trigo, las cubas de alambique van quedando fuera de servicio y cederán su lugar a los graneros".
Solo en el último tercio del siglo XIX,"Doña Dolores P. de Alvares, dueña de Viña del Mar, ha dado en arriendo por largos plazos, pequeños lotes de terrenos, con la condición de quie sean edificadas i entregados sin gasto alguno para ella, después de vencido el término del arriendo",
Así nace el Gran Hotel en 1874, gracias a los socios Herman Schmidt, Curcetti y Rigau. En cuyos salones se expresa publicamente en 1901,"En el casino del Gran Hotel, Jorge Borrowman propone ante cien personas la fundación del club de Viña del Mar, encontrando el eco necesario para crear la institución".
El 31 de diciembre de 1931, se inaugura el Casino Municipal, que antes funcionara en el balneario Recreo. La apertura de la ruleta se produjo antes del año nuevo y fue la esposa del alcalde, Graciela Risopatrón de Ossa, quien lanzó la primera bolita, que cayó "negro el ocho".
Hablar hoy día de casinos, para Pichilemu, es hablar del Casino de Santa Cruz y de la feliz estrategia de vincular Historia, Cultura y Turismo del mejor nivel.
Esta ley que crea el Casino de Viña del Mar, data del 7 de febrero de 1928, fue firmada por el presidente Ibañez y su ministro, Enrique Balmaceda. Así quedó consagrado legalmente el juego de azar que se practicaba clandestinamente, desde siempre y en muchos lugares, y Viña del Mar, por cierto, no era un lugar de exepción.
Las autoridades locales trataban el tema en una sesión secreta ya en 1913, debido que el juego era una realidad en las instalaciones del balneario Recreo, desde sus comienzos. Acudían turistas y extranjeros que pululaban por la actividad portuaria y comercial del vecino Valparaiso.
La fauna portuaria, mata el ocio y el tiempo mientras se desarrollan las largas faenas de carga y descarga de las naves, entre otras cosas, en el juego, para cuyo objeto numerosas tertulias, tablaos y trastiendas se prestan a propósito. Como aquella que funciona frente a la iglesia de la Merced de Valparaiso y que visitara doña María Graham en 1822, " nos dirigimos a la expresada venta que se halla justo frente a la iglesia. Al principio me imaginé que fuera la casa particular de alguna amiga..." y agrega, "el juego es tan común entre la clase baja como en la mejor sociedad. Toda nación rudimentaria juega; todo pueblo de civilización refinada hace lo mismo","Varios juegos se practican aquí tal como en Europa y en el Oriente..."
Por aquellos años Viña del Mar era una hacienda, propiedad de un primo de José Miguel Carrera. Don Juan Antonio Carrera adquirió dicha hacienda en 1799, permaneciendo su propiedad en miembros de la familia por aproximadamente, medio siglo y luego ser vendida a don Francisco Alvares, en 1840.
En esa época don Juan Antonio Carrera, heredó un tercio de la hacienda de San Antonio de Petrel, la que vendió, en 1827 a doña Tránsito, la tercera hija del matrimonio Carrera Salinas, de modo, que esta célebre familia patriota, durante los aciagos días de la revolución independentista, poseía un fuerte vínculo con Pichilemu y Viña del Mar, através de sus propiedades.
Como era Viña del Mar en dichos tiempos, nos lo cuenta María Graham, en su Diario de mi residencia en Chile, anota el 14 de noviembre de 1822;"es una bella propiedad; la atraviesa el riachuelo de Marga Marga, formando un valle extraordinariamente fértil; en el pueblo, que da su nombre al riachuelo, se encuentran las mejores lecherías de la comarca".
"Como en la hacienda se están reemplazando las viñas por siembras de trigo, las cubas de alambique van quedando fuera de servicio y cederán su lugar a los graneros".
Solo en el último tercio del siglo XIX,"Doña Dolores P. de Alvares, dueña de Viña del Mar, ha dado en arriendo por largos plazos, pequeños lotes de terrenos, con la condición de quie sean edificadas i entregados sin gasto alguno para ella, después de vencido el término del arriendo",
Así nace el Gran Hotel en 1874, gracias a los socios Herman Schmidt, Curcetti y Rigau. En cuyos salones se expresa publicamente en 1901,"En el casino del Gran Hotel, Jorge Borrowman propone ante cien personas la fundación del club de Viña del Mar, encontrando el eco necesario para crear la institución".
El 31 de diciembre de 1931, se inaugura el Casino Municipal, que antes funcionara en el balneario Recreo. La apertura de la ruleta se produjo antes del año nuevo y fue la esposa del alcalde, Graciela Risopatrón de Ossa, quien lanzó la primera bolita, que cayó "negro el ocho".
Hablar hoy día de casinos, para Pichilemu, es hablar del Casino de Santa Cruz y de la feliz estrategia de vincular Historia, Cultura y Turismo del mejor nivel.
miércoles, 17 de octubre de 2007
CASINO


Durante muchos años se ha insistido lesamente que el Primer Casino de juegos de azar que funcionó en Chile, es el casino de Pichilemu. Hasta hoy, nadie conoce al autor de esta invención, ni preguntar por algún respaldo documental, sin embargo, aumentan los corifeos y los prosélitos de esta comparsa idiota.
Hace más de una década que reproduje en el libro, Pichilemu, mis fuentes de información, una noticia del periódico pichilemino, El Marino, en que anuncia la inauguración de nuestro casino en el verano de 1917, en esos tiempos nadie reclamaba la primogenitura, nadie inventó el primer casino, ni menos, los juegos de azar. Basta recordar que los aborígenes Mapuches, dentro de sus numerosos juegos, poseían varios juegos de azar y se permitían el uso de fichas para sus apuestas.
Los conquistadores hispanos, pese a todas las prohibiciones, eran jugadores impenitentes, desde el último soldado hasta el gobernador. El juego era ilegal. En la era republicana el juego continuó siendo clandestino. El único vestigio jurídico, descubierto hasta hoy, es la aprobación del cabildo de Talca, para la construcción y funcionamiento del café de Santo Domingo, el que según Francisco de Hederra, "cuya alma era el juego" y tuvo una vida de alrededor de cuatro décadas, desde 1829. La Historia de Talca, de Rafael Poblete Zúñiga, de la cual adjunto una página del original, señala, tambien la existencia de dicho café y el caracter que éste tenía, respecto del juego de azar. A ninguno se le ocurrió destacar la prelacía virginal del casino talquino, ni Graciano Elgart, uno de los propietarios, ellos sabían muy bien que el primero de todos fue el de Pichilemu. Todo era cuestión de tiempo, nada más.
La casi media docena de socios del Casino de Constitución, cuando fundaron dicha sociedad, crearon sus Estatutos y reglamento, fijaron las tarifas de los diversos juegos, en 1872, tampoco repararon en el lugar que les correspondía a ellos en este singular descubrimiento. Claro está, que en ese año, Pichilemu, no era otra cosa que un corto caserío del peor aspecto y con unos vecinos que le negaron, todavía, con peor modo, hasta un poco de leña, al hidrógrafo dela Armada, Francisco Vidal Gormáz.
Bueno, y don Agustín Ross Edwards, el creador del Casino de Pichilemu, el gran hombre que adquirió la propiedad, recién en 1885, donde erigió el edificio de esta guagua putativa, tampoco sabía que el parto de la primera década del siglo veinte traía consigo una estúpida marraqueta
con la que comulga hasta el más humilde gato de campo.
Y si descubrimos la Polvora, o la corrupción, ¿Que puede pasar?
Que nos lo señale un aguafiestas, total "Ojos que no ven".
Hay más Casino.
viernes, 28 de septiembre de 2007
PUETAS

En el transcurso de las recientes celebraciónes de septiembre los cultores de la poesía popular tuvieron que vivir un gran duelo junto a los familiares y amigos del talentoso Pedro Reyes. Dejó este mundo legándonos su generosa alma poética, se reúne junto al querido Ganchete, como anfitrión.
Sin embargo, de ese olimpo fertil y espontaneo, Reyes envía un mensajero, el pueta González aparece en la puerta de la Ruka Chadi con un cacho de chicha para brindar, la poesía no muere, bienvenida y siempre viva, vives junto a nosotros, por siempre.
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