domingo, 4 de julio de 2010

Aravena Llanca y Neruda

La calle junto al río.

Jorge Aravena Llanca


–Escríbelo Honorio. O por lo menos cuéntanos esa historia. No entiendo, por qué a estas alturas de tu vida, viejo y enfermo sigues callando tantas cosas que guardas en tu memoria...
– ¿Es un pecado no darlas conocer?
Edulia, miraba a Honorio fijamente en los ojos, en cuyas enfermas pupilas, casi borrosas por la niebla de los años y sus continuas quejas, se había visto tantas veces retratada. Ahora, esas nubes blanquecinas que las cubrían, no dejaban ver con nitidez el verde de esos ojos que tanto había amado antes de cada beso y apasionadamente en las despedidas.
La voz de Edulia tenía un eco sordo, producido, a esas alturas de la vida, por su amarga experiencia en las despedidas y resonó adolorido en la pieza de la antigua casona.
–Es egoísmo Honorio. Cuéntale al doctor Carvajal, todo lo que sabes sobre Pablo Neruda. Van quedando muy pocos que lo conocieron en vida.
–Así es don Honorio –rubricó con una voz convincente el nombrado doctor Carvajal. Las historias deben ahondarse con palabras para que crezcan y la memoria se conserve en nuestra patria. Bien sabe que somos un país joven, todo nuestro continente es joven, necesitamos mitos, historias, canciones, mucha poesía como alimento para fundamentar las propuestas que les daremos a nuestros hijos.
–Así lo he creído yo también en mis sueños, siempre le he dicho a Edulia que tome nota de mis sueños –le contestó don Honorio–, para que nada quede en el olvido.
El doctor Mario Carvajal, miró a la anciana señora y esta le dijo quedamente –es que solamente sueña y cree que habla, pero no, sólo sueña, nunca me ha contado nada...
–Don Honorio, sírvase otro mate, ¿lo quiere amargo, cómo en sus tiempos en Tacuarembó en Uruguay?
–Ahora, como sea. Me convencieron –y los ojos comenzaron a brillarle a don Honorio por la asociación que le provocaba la sed cada vez que evocaba su pasado.
–Esta historia debería ser contada con un vaso de Macaya –alcanzó a decir con cierta alegría que dibujaron sus labios.
–La repetiré otra vez, aunque pienso que más de alguno de aquellos a quienes le he contado lo que sé de Pablo Neruda, ya lo deben haber escrito.
– ¡Vieja! ¿No tenemos nada que ofrecerle al doctor?

–Ocurrió así. Cuando Salvador Allende ganó las elecciones ese 1971, y siendo ya presidente de Chile, cumplió la promesa que le hizo al poeta Pablo Neruda: que si retiraba su candidatura y él ganaba las elecciones lo nombraba Embajador en Francia. Ahí, en París, estando cerca de Suecia, el Premio Nóbel sería más fácil de conseguir y, se haría todo lo posible en cuanto a publicitarlo. Como fuere, serían fuertes las presiones del gobierno de Chile ante las autoridades de la monarquía sueca. Allende cumplió. En cuanto fue elegido presidente lo postuló a Embajador en Francia.
La Universidad de Temuco a cargo de una iniciativa del profesor Guillermo Quiñónez, ideó la despedida del sur, de la Universidad, de Almagro, de Lautaro, de los lugares que lo vieron nacer y crecer. Se le presentó a Neruda una terna de tres profesores de historia, de tres poetas, de tres cuentistas, de varios ensayistas, de tres científicos y de tres músicos folklóricos.
Neruda aceptó a casi todos, pero cuando llegó a los cantores que eran el grupo Quilapayún, Víctor Jara y Ángel Parra, los borró a los tres y me puso a mí, escribió en la lista sólo mi nombre y Honorio Morales fue el elegido. Y yo fui el único destinado a darle la despedida con guitarra, canciones alegres, sentidas rancheras mexicanas y valses de la guardia vieja. Lo que a él le gustaba, con las que siempre yo lo complacía.
Mi esposa sabe que yo siempre andaba, en cada reunión, con guitarra y una máquina fotográfica, por ello y por mi afán hacia la a poesía, era siempre invitado a todas las reuniones de escritores y poetas. Como nunca a nadie le cobré nada y regalaba las fotos que tomaba y le ponía música a los poemas de todos los inspiradores de sueños, como fuere la calidad de los mismos, todos me tenían aprecio.
Quiero abreviar pues estoy cansado doctor. Me cuesta recordar. ¿Curioso no? Nadie sabe el esfuerzo de un hombre viejo para activar la memoria y menos saben, y ¿a quién le importa sus últimos pensamientos antes de morir?
Le decía y, por si no lo dije, que junto a Pablo Neruda estaba Juvencio Valle, su amigo de la infancia, por supuesto un invitado de honor, infaltable a esa cita.
Ambos estaban parados y apoyados en la baranda del puente del río Cautín, viendo como las aguas del antiguo y cotidiano río de su infancia, se deslizaban imperturbables hacia el lejano mar. Conversaban mientras yo los fotografiaba, desde la derecha, mirando hacia el sur del río, desde la izquierda teniendo como horizonte la primera calle del pueblo, de frente al río, me alejaba y me acercaba. Ambos me dejaban sacar fotos sin perturbarse, pues sabían, y conociéndome, que esas imágenes tendrían un buen destino.
Pero yo, doctor, que siempre tuve un oído muy fino, escuchaba cada palabra de su conversación, cada dejo e intencionalidad en la cadencia de sus voces y, atento siempre, sin perderme ni un acento.
El día estaba despejado. La brisa sobre las aguas del Cautín daba en nuestros rostros, aliviándonos, con cierta fragante frescura que aun no olvido.
Ambos caminaron hacia la calle al lado del río.
Neruda le dijo a Juvencio: –Juvencio ¿siguen siendo de tierra enamorada los caminos de la patria? ¿Las semillas que sembramos en sus surcos ignoran aún sus nombres? De nuestra infancia ¿te acuerdas Juvencio?
Mira, esas casas han quedado bajo el nivel de la vereda.
¿No recuerdas como eran?
¡Ahí, sí, sí, antes estaban más arriba!
¿Recuerdas Juvencio?
– ¿Cómo no Pablo? Te conozco. Sé que estás hurgando en tu pasado. Sobre esa calle te encontré muchas veces divagando solo y muy curioso mirando ansioso, como buscando algo.
¡Ah! Yo no olvido nada Pablo. Sé que estas repitiéndote un paisaje de tu vida pasada.
–Juvencio querido, ¿no era ahí donde vivía esa hermosa mujer María Valenzuela? –y le indicaba con el dedo la dirección de su creciente angustia.
–Inolvidable esta calle de tierra Pablo –respondió quedamente Juvencio–, al lado del río, su casa era la primera. ¿Sería esa? Tenía unas macetas de flores y cactus florecidos todo el año.
–Juvencio –dijo Pablo–, y tu mirándola calladito como siempre, pues también estabas loco de amor por María Valenzuela.
–Pero nunca te dije nada Pablo, respeté que tú también la amaras. Esa confirmación en poemas los dejé para ti.
–Bueno. Eran calenturas de cabro chico, de palomilla iniciación Juvencio. El inicio de esas emociones que estallaron después con Guillermina, mientras tú Juvencio, te iniciabas enamorado de la luz de los verdes prados. Siempre fuiste más cauteloso que yo, por eso siempre te he llamado Juvencio Silencio.
–Tú, Pablo –le respondió Juvencio algo eufórico–, eras un gritón cuando descubrías que estabas enamorado. Lo cantabas sin guitarra a los cuatro vientos, hasta que comenzaste a escribir, desde la escuela primaria, con desesperación tus sentimientos.
–Esta María Valenzuela era muy bella Juvencio. Tenía maternidad y lujuria, su paso eran los deseos ocultos de toda nuestra juventud, esa energía que mantiene la vida sobre la tierra. ¿Cómo caminaba? ¿Cómo se movía? Olía, Juvencio, ahora lo sé, olía a hijos sobre la tierra, a espigas maduras, a las caricias de la chicha de manzana del alemán de la bodega Monchen. ¿Recuerdas cómo se cimbreaba? Hasta las aguas del río se ponían a cantar y se detenían al verla pasar.
– ¡Ah! Mi María Valenzuela, de ella, ¿sabes Juvencio, cuánto aprendí sobre el amor? Después, te confieso, tan sólo cambié su nombre sobre la piel de cuántas amé, el acento y el ritmo de cada poema de amor que escribí, pues María Valenzuela fue la primera emoción, blancas colinas, que nunca se unió a mi piel

–Así, conversando y levantando cada vez más la voz, ambos llevaron a la esquina de la calle con la cual se iniciaba el pueblo y llegaba hasta donde el río se había torcido, –esas aguas eran, doctor Carvajal –dijo don Honorio sacudiéndose algo que lo perturbaba–, como la espina dorsal del pueblo de La Nueva Imperial, por ahí, al fondo, en esa misma vereda, estaba la escuela, donde Pablo y Juvencio, se sentaban en el mismo banco a copiar poemas de los franceses y alemanes que devoraban con locas ansias de aprender a ser sentimentales.
Curioso doctor, primero somos poetas por las palabras que otros pronuncian, después por el verbo de nuestras madres, luego por la palabra escrita que vienen en los libros que ya son más variadas, locas, diversas y traen paisajes de tiempos y patrias lejanas y, al final, las palabras que aprendemos cuando alguien nos dice que nos ama.
Toda la ciudad estaba expectante. Todos sabían que esa noche se organizaba un recital de poesía y que los lectores principales serían Pablo Neruda y Juvencio Valle las estrellas de esa jornada.
Todos sabían algo sobre la fiesta que se anunciaba, hasta las calles de la ciudad sabían por qué se había callado el canto del viento y por qué el polvo se había ido depositando, quieto y apacible, envolviendo, como piel velluda la carne de las piedras apretujadas entre la tierra seca.

–En las puertas de las casas –seguía diciendo Honorio Morales–, en casi todas de esa calle, estaban sentadas en bajitas sillitas de mimbre, unas viejitas vestidas de negro hasta los tobillos y con un pañuelo, también negro cubrían sus cabelleras, no dejando casi nada de su rostro a la impertinencia del aire.

– ¡Vamos Juvencio!
– ¡Preguntemos!
– ¡Rubriquemos este poemático paseo con preguntas!

–Ambos se acercaron a la puerta de la primera casa de la calle inmediata a la bajada del puente, y mirando a la primera viejita sentada en el quicio de la puerta de esa casa, que estaba con los dedos de sus manos enlazados y apoyadas ambas sobre su falda, moviendo incesantes los pulgares como asta de un molino. Se veía quieta y apacible como la eternidad.
Pablo se inclinó hacia ella.
–Yo, Honorio Morales, no siendo un desconocido en ese paraje, iba siempre detrás de los poetas con la máquina fotográfica lista para disparar.
Así, expectante, le escuché a Pablo preguntar con ese dejo cansino, algo fatigado y melancólico de su voz, voz que yo conocía desde hacía mucho tiempo, al igual como conocía el paisaje y las casas de aquella calle.

–Perdón señora. Buenos días. ¿Usted es de aquí?
La viejita movió la cabeza afirmativamente.
–Usted, talvez recuerde, señora, que en esta casa, en esta o la de al lado, vivía, hace muchos años, muchísimos años, una hermosa niña que se llamaba María Valenzuela. ¿Recuerda usted algo de ella?

–Yo estaba, doctor Carvajal, a un metro de los poetas. Juvencio tenía la boca abierta y Pablo temblaba, los vi doctor, y le digo y le juro que ambos temblaban.

La mujer levantó la cabeza, miró de frente al poeta y le dijo:

– ¡Soy yo Pablo!

–Y, créame doctor, los dos poetas se miraron entre sí, sé que con la garganta seca y llena de polvos antiguos, de poemas y amores de muchos caminos, como pidiendo un vaso de chicha de manzana para su inoportuna sed y, sin decir palabra o gesto va, emprendieron una desenfrenada carrera en medio de la calle.
Se arrancaron corriendo doctor. A las que te criaste; como que vienen los pacos; ellos sentían en sus oídos como en su juventud, que alguien gritaba: ¡cabros pesados! ¡Camotes! Eran dos niños que huían de una fechoría, asustados corrían arrastrando los pies.
Levantaban a dúo el barro seco, en polvo convertido, detenido y enamorado por la fiesta de la despedida del futuro embajador en Francia, ambos, mirándose asustados, se alejaron en loca carrera, cimbreando sus traseros, perdiéndose entre la niebla que se levantaba detrás de ellos.

–Yo me quedé, familiarmente, unos instantes más mirando las arrugas y el pelo blanco, sintiendo el calor, hasta el temblor del alma de María Valenzuela que se secaba las lágrimas de sus cansados ojos. En ese instante me miró y yo le respondí con una leve y tierna sonrisa.
–Y los poetas, cuando ya no se vieron físicamente entre la polvareda que levantaron sus pies, me indicaban, así lo entendí, con su desenfrenada huida, cual distante vivimos el presente de la vida, alejados de nuestro pasado.

–Sí, doctor. ¡María Valenzuela era mi madre!



Jorge Aravena Llanca
Berlín, diciembre de 2009

viernes, 18 de junio de 2010

Cardonal

Existen varios lugares denominados, Cardonal, con algunas diferencias menores, no obstante, el significado o la cualidad del territorio señalado alude a la abundancia de este matorral arbustivo. El lugar que hoy llama mi atención es la estación de ferrocarriles del Ramal a Pichilemu.
El primer contacto con ese lugar ocurrió en mi infancia, en una edad que no puedo precisar en la década del sesenta. Invitados a pasar unos días de vacaciones en verano a la casa de unos tíos, una hermana de mi madre, la tía Clara es la esposa del Jefe de la Estación, el tío Guillermo.
Dicha estación fue destinada a servir fundamentalmente a la carga de productos agrícolas de los campos que la rodean. La escasa población de la comarca se encuentra diseminada en pequeñas propiedades de alrededor y el mayor número de pobladores vive concentrado en las haciendas y fundos, el más importante, San Miguel de las Palmas. En los linderos de San Miguel y cruzado por el tendido ferrocarrilero
está Santa Josefina, una pequeña propiedad, la que conocería involuntariamente, en aquella época. Sergio, un amigo del tío me concedió que subiera a su caballo, éste al sentir un jinete en su montura, resolvió tomar el camino de su casa, sin obedecer a ningúna orden de las riendas, marchando a paso cansino e inalterable hasta su pago.
La situación fue tomada con mucho humor de los adultos, los que caminaron tras la cabalgadura, atentos de lo que fuera a pasar y para acompañar de regreso ala casa de la Estación al inexperto jinete.
Ahí, en Santa Josefina, conocí a los Núñez, en la propiedad de don Alejandro Flores.
En aquella visita lo que mejor quedó grabado en mi memoria fue la higuera y otros árboles de gran tamaño que rodeaban ese hermozo reducto, la sorpresa de las señoras de la casa al verme llegar solo en el caballo de la propiedad, luego de algunos minutos al ver a su verdadero jinete, más tranquilas, hicieron gala de amabilidad. No recuerdo haber visto niños en aquella ocasión, más tarde me haría de una gran amistad con los Flores Núñez, mantenida hasta hoy y con lazos muy potentes, como que somos compadres con los Flores Villalobos al apadrinar a su hija María de Los Angeles en su bautismo cristiano.
En el transcurso, he visitado en varios momentos, la casa de Santa Josefina, de los que guardo recuerdos imborrables, de paz, quietud, angustia, amistad, seguridad...
Hoy la casa de Santa Josefina es una más de las numerosas víctimas del terremoto, construida con adobes y un diseño arquitectónico distinto del "típico chileno",era de singular belleza y calidez. El fin del adobe es el principio que reinstala mi gratitud y los recuerdos de una de las etapas más complejas, la del fin de las utopías.

sábado, 29 de mayo de 2010

De la verdad.

Si graves son los pecados contra el cuerpo, tanto o más graves son los pecados contra la verdad. El ministro sagrado que por ignorancia, soberbia o negligencia adultera la palabra o profana la pureza de la verdad comete doble abuso: contra dios y contra los hombres. El actual papa en una respuesta al director de la oficina de información del Vaticano sobre uno de "los secretos de Fátima", el que aludiría al dolor de la iglesia por la explosión de los abusos a menores y la pederastia, cito, "La novedad que podemos descubrir hoy en este mensaje reside en el hecho de que los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo vienen de fuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia proceden precisamente de dentro de la Iglesia, del pecado que hay en la Iglesia. También esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de modo realmente tremendo: que la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia.."
Si, los cuidados del sacristán, matan...

Profecías cumplidas, autocumplidas.

Grita devastación y suelta a los perros de la guerra. Esta frase o algo parecido se ha reinstalado en el imaginario posterior al 27 de febrero y la puesta del saqueo.
En abril, un matutino de la capital recuerda, " Jaqueline Van Rysserberghe, como alcaldesa de Concepción, fue la primera en advertir que si no llegaba pronto la ayuda a la ciudad, habría saqueos al anochecer, y así fue".
Eso sí, es una frofecía autocumplida.

domingo, 9 de mayo de 2010

Cáhuil en la red

Congratulaciones a todos los niños de Cáhuil por el importante logro en conectividad.He visto en televisión como el sueño de algunos se ha materializado en la dotación de nuevos computadores para vuestra escuela, lo que les permitirá subirse al mundo de una mejor manera.
Felicitaciones, también a todos las mamás de Cáhuil, hoy espero que este día sea doblemente satisfactorio.

jueves, 6 de mayo de 2010

Casino de Constitución

Reglamento interior del Casino de Constitución.
Art.1.- El Casino se abrirá a las ocho y media de la mañana y se cerrará a la una de la noche. Despues de esta hora, no se servirá cosa alguna. Todos los socios y socias que estén en el Casino tendrán que retirarse a la una y media.
El que se quedare hasta más tarde, pagará una multa de cinco pesos por la primera vez, diez pesos por la segunda, veinte pesos por la tercera, y si aún resindiere, el directorio pedirá a la junta general que sea expulsado.
El administrador está obligado a dar cuenta de las personas que no se retiren a la una y media y si el director de semana que presidiese no cumpla con esta obligación, se destituirá en el acto.
Art.2.- En ningún caso podrá participar despues de la una de la mañana, Todo juego de invite es prohibido. El directorio podrá fijar el límite hasta donde podrán llegar las apuestas, en todos los juegos permitidos.
El que falte a las disposiciones anteriores, será reconvenido por el director de semana y si reincidiese, convocará a la junta general pidiendo su expulsión.
El directorio reglamentará el juego de villar y el de palitroque.
Art.3.- El directorio fijará el precio de los vinos, las comidas y de todos los consumos y determinará lo que se pague por cada juego, exeptuando los juegos de chaquet, ajedrez y damas, que serán gratis.
Art.4.- Para mejor inteligencia de los socios se fijará un aviso con los precios, y ninguna tarifa comenzará a regir, sino despues de cuatro días de fijado el aviso.
Art.5.- Se prohibe sacar los libros, diarios, útiles o muebles del Casino, bajo cualquier pretexto. El que lo hiciera por primera vez será reconvenido por el director de semana y el que lo hiciera por segunda vez, se le pondrá su nombre en la pizarra. El que reincidiera, a pesar de esto, se le expulsará del establecimiento si así lo acuerda la junta general.
Art.6.- Se prohibe servir comidas, helados y licores fuera del Casino, sin permiso de alguno de los directores.
Art.7.- Todo socio o asistente al Casino pagará al retirarse el gasto que haya hecho y no se le servirá nada al día siguiente, si no paga previamente lo que está debiendo al establecimiento. Los pensionistas están obligados a pagar todos los gastos que hagan en el Casino, exeptuando sus pensiones y los vinos que consuman en la mesa, los que deberán pagar necesariamente en el mismo establecimiento el día uno y cinco de cada mes. Las suscripciones trimestrales se pagarán en la secretaría del mismo Casino dentro de los primeros quince días del trimestre en conformidad a lo dispuesto por el Art.5 de los Estatutos.
Art.8.- A ningún socio, ni asistente le es permitido reconvenir a los mozos con palabras destempladas.
Art.9.- Todo socio que tenga algún reclamo que hacer, se dirijirá por escrito al director de semana. Si el asunto es importante, éste lo comunicará al directorio, quien lo resolverá, a lo menos en el término de siete días y si es de poca consecuencia o si se refiere a los mozos, lo decidirá en el mismo día.
Art,10.- Nadie podrá poner aviso sin permiso de un director.
Hasta aquí la transcripción del documento, cuyo original hemos consultado en la Bibliteca Nacional, bajo la carátula,"Estatutos,Reglamento Interior y Tarifa del Casino de Constitución. 1872. Valparaiso: Imprenta del Mercurio de Tornero y Letelier.
Este complejo ordenamiento, pudo ser, al fin y al cabo, letra muerta, como han sido alguna leyes de nuestra República, a modo de ejemplo, La Ley que creó el Departamento Cardenal Caro (capital Marchigue), promulgada y publicada en el Diario Oficial unos días antes del golpe de estado de 1973 y el que nunca tuvo existencia real. No obstante, en la mayoría de los establecimientos dedicados ala práctica de los juegos de azar, independientemente de su duración y permanencia, lo primero y generalmente, es el cuerpo real y todo indica que en el caso de Constitución, se formula institucionalmente un Casino de hecho, seguramente con el propósito de obtener un respaldo jurídico pleno, cosa que no hemos podido constatar.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Cosas de Juegos

He demostrado hasta la saciedad y manifestado en diversos tonos, que la afirmación sostenida hasta hoy por personajes variopintos, en el sentido que el Casino de Pichilemu fue el primer casino que existió en el país, es falsa, obsolútamente. Con esta falsedad se ha contruido un mito urbano al más puro estilo Goebeliano.
Contrasta, esta obsecación, con la postura adoptada hoy por la iglesia católica en relación al viejo tema de la homosexualidad y pedofilia al interior de sus pastores,
la Conferencia episcopal chilena, ha declarado su disposición a establecer, ante todo, la verdad, la verdad y la justicia.
El reconocimiento de los errores y horrores, limpia y engrandece, debiera, además de servir de ejemplo y aplicación coherente en todos los ámbitos, servir a la verdad.

ESTATUTOS DEL CASINO DE CONSTITUCION.
Título I.
Art.1.-El número de los socios será ilimitado.
Art.2.- Los socios propietarios tienen el derecho de proponer a otros como contribuyentes, la proposición de un socio será escrita en un libro especial y firmada por el proponente.
El nombre del propuesto con expresión de quién lo propone. Se fijará en la tabla del Casino por lo menos, por ocho días.
Art. 3.-La admisión de los socios contribuyentes será por todos los socios propietarios, en la forma siguiente: Se colocará una alcancía con dos llaves, las que guardarán, una el presidente y la otra, el tesorero y en ella depositarán los electores, los votos, que serán fichas de un solo color con la palabra aceptado o rechazado. Los votantes firmarán el libro de propuesta bajo el nombre del propuesto y el proponente. Despues de ocho días, se abrirá la alcancía en presencia del directorio y de los socios propietarios que hayan asistido. Si hay, la tercera parte o más de los votos para el rechazo, el propuesto no será admitido y se dará aviso al proponente. Si fuese aceptado se avisará al nuevo socio y se le pasará el recibo correspondiente.
Art.4.- El candidato que ha sido rechazado dos veces o el socio que ha sido expulsado del Casino, no podrá ser propuesto nuevamente.
Título II
De las cotizaciones.
Art.5.-Los socios propietarios contribuirán con $2 mensuales, pagaderos por trimestres anticipados. Los socios contribuyentes con $1 mensuales, pagaderos de igual modo. Los trimestres se cobrarán el mes de febrero, el 1 de abril, el 1 de julio y el 1 de octubre. Cuando un socio se incorpora dentro de cualquier trimestre, pagará como si fuese a su principio.
Art.6.- Si uno de los socios contribuyentes no pagare sus cuotas despues de haber sido requerido por tercera vez, se le prihibirá la entrada al Casino. Si uno de los socios propietarios no cumpliese con igual compromiso, sus consocios, reunidos en junta general resolveran lo conveniente.
Título III
De los asistentes al Casino.
Art.7.- Además de los socios propietarios y contribuyentes, podrán asistir al Casino, los honorarios, transeaúntes y visitadores.
Art.8.- Los honorarios serán propuestos por el presidente del Casino y aceptado por la unanimidad de los socios propietarios y no pagarán cotización alguna.
Art.9.-Los forasteros que vengan a Constitución, podrán ser admitidos por un mes, previa presentación por un socio que inscribirá su nombre en el libro respectivo. Pasado este tiempo tendrá que pagar la cuota de un trimestre y si se...
...será propuesto conforme al artículo número 2.
Art.10.- Los visitadores son los que residen en Constitución y no son socios. Estos podrán visitar el Casino, una vez al año acompañado por un socio propietario.
Art.11.- Los forasteros y visitadores serán considerados como huéspedes del Casino.
Título IV
De la junta general.
Art.12.- Los últimos días de cada trimestre habrá una junta ordinaria de socios propietarios para la elección del director.
La convocación se hará por lo menos con ocho días de anticipación, fijándose en la tabla el aviso correspondiente.
Art.13.- En esa junta se elijirá el directorio compuesto de cinco miembros propietarios y cinco miembros suplentes, en la forma que determine la fundación de la sociedad. El primero será el que presidirá las reuniones del directorio, de entre los diez se elejirá el tesorero por mayoría de votos.
Art.14.- Antes de la elección del nuevo directorio, el que conluye presentará una memoria dando cuenta del estado de la sociedad.
Art.15.- En casos extraordinarios el directorio podrá llamar a junta general especificando el objeto de la convocatoria y fijando tres días antes el aviso correspondiente.
Art.16.- Toda junta general tendrá lugar el día fijado estando presente ocho socios y en caso de que no asista este número, se creará a una nueva reunión, la que tendrá lugar ocho días despues de la convocatoria de los que asistan.
Título V
Art.17.- La dirección del Casino será confiada al directorio, quien podrá ocuparse de todo lo concerniente a él, debiendo el presidente reunirlos previa citación, cuando lo crea conveniente y pudiendo funcionar con tres de sus miembros.
Los suplentes reemplazan a los propietarios por su orden.
Art.18.- Si alguno de los directores se ausentase por más de un mes, será reemplazado por otro, en la forma prescrita en las bases generales.
Art.19.- El directorio hará los reglamentos interiores y nombrará al administrador y hará las veces de gerente de la sociedad.
Art.20.- Cuando el directorio estime conveniente, habrá un administrador rentado. Este administrador será nombrado por el directorio. No podrá ser socio del Casino y recibirá un sueldo por el mismo directorio.
Art.21.- El directorio llevará un libro de actas, el que se presentará en la junta general para que todos los socios propietarios puedan instruirse de ellas.
Título VI
Disposiciones generales.
Art.22.-Serán expulsados del Casino todo socio o asistente que se haga indigno de pertenecer a él. Se considerarán indignos:
1.- Los que provoquen riñas de hecho o injurien de palabra.
2.- El que no cubra sus deudas de juego con la puntualidad y axactitud que se observa entre caballeros.
3.- El que no pague sus cotizaciones despues de haber sido requerido por tercera vez.
4.- El que sea calificado por indigno por las tres cuartas partes de los socios en junta general.
Art.23.- Todo el que presente a un visitador transeaúnte, se constituye responsable por las deudas de consumo que este contrajera en el establecimiento.
Art.24.- A petición fundada de dos o más socios el directorio si lo tiene a bien puede prohibir la entrada al Casino a cualquier visitador. La junta general podrá reformar esta medida del directorio. La petición de exclusión será reservada y solo servirá para el conocimiento del directorio.
Art.25.- Para que tenga lugar la expulsión de un socio será necesario que el ofendido se dirija por escrito al presidente. Si el directorio estimase justo el cargo lo hará presente al acusado para que este se retire voluntariamente, si este no quisiera retirarse, el directorio convocará la junta general citando al inculpado y la junta decidirá definamente sobre el asunto, por mayoría de votos.
Si el directorio no quisiere dar oidos a la acusación y la solicitasen tres miembros, habrá junta general para que decida si hay o no motivo para que se expulse al acusado.
Art.26.- El que fuese expulsado del Casino, pierde a favor del establecimiento, toda acción y derecho que pudiera corresponderle, sin que tenga lugar a ningún reclamo.
Art.27.- Estos estatutos se podrán reformar cuando tres socios propietarios pidan y solamente tendrá lugar esta reforma con la aprobación de las tres cuartas partes de los socios propietarios en junta general. Constitución, mayo 21 de 1872.
Nicanor Astaburuaga, Diego Algreves, Marcelo de el Libano, Rafael L. Orrego,Felipe de la Fuente, Ascencio Astorquiza, Diego A. Rodriguez, Leoncio Rodriguez, José Ruperto Rodriguez, Pedro Astaburuaga, Juan A. Rodriguez, José J. Guzmán, Sotero Astaburuaga, Andres F. Oile. Domingo Cadiz, secretario.

Cosa de juegos, tan viejo como la humanidad, crecimos jugando, nos formamos jugando, al juego de apuestas, solo un paso.