miércoles, 3 de junio de 2015

LINDA PLAYA

Imágenes del archivo de Fernando Imas Brügmann, revista Zig Zag 1909.
. La llegada de la Belle Époque hizo su parte en Sudamérica, sobresaliendo elegantes balnearios por toda la costa del Pacífico y Atlántico sur. En Perú destaca el balneario de Chorrillos (destruido por los chilenos en la Guerra del Pacífico) y la playa de la Herradura. En Argentina se posicionaba la lujosa ciudad de Mar del Plata, con su extensa Rambla de hermoso estilo neoclásico. En Uruguay, Capurro y Piriapolis eran los centros de moda, y en Brasil la famosa playa de Copacabana se llenaba de hoteles y lujosos chalets para acoger la alta demanda de turistas. En Chile surgía el balneario de Viña del Mar, también Papudo, Pichilemu, Constitución y Cartagena. Pero,  ¿Dónde veraneábamos los chilenos en el siglo XIX?

LINDA PLAYA

Es en este país donde vuelven a utilizarse las playas como centro medicinal y luego vacacional, creándose famosos Balnearios (con aguas termales y frías), como Scarborough, Brighton y Bath, cerca de Londres.  Esta última ciudad era frecuentada por la popular Duquesa de Devonshire, Georgiana Cavendish, que animaba con su estrafalaria presencia y atractiva personalidad, las calurosas noches del lujoso balneario.
Desde muy temprano los bañistas (apelativo que se le daba a la gente que asistía a los baños), pertenecían a círculos sociales elevados, asociándose a la Realeza, nobleza y alta burguesía, quienes podían viajar largas temporadas, hospedarse en el lugar y crear con ello un animado itinerario, que paulatinamente se convirtió en una Norma Social de todos los veranos.
 
De Inglaterra se extiende esta tradición por toda Europa y Norteamérica. Scarborough, por ejemplo,  era el centro vacacional de la realeza británica; el Balneario del Wannsee era su homólogo Alemán. Niza y Biarritz eran los balnearios de moda entre la nobleza y alta burguesía francesa;  Capri  se impulsó como el balneario de moda en Italia. Montecarlo en Mónaco era un lujoso paraíso para banqueros, industriales y estrellas de cine. San Sebastián y el Getxo era el sitio predilecto de la nobleza y realeza española; y Newport en Estados Unidos se catapultó como el balneario más exclusivo del Atlántico norte.
En Japón la nobleza y la familia real se trasladaba a la apacible ciudad de Osaka. Mientras que los emperadores chinos disfrutaban del Lago Kunming, donde edificaron un espectacular Palacio de Verano, que alcanzó su esplendor bajo el reinado de la Emperatriz Cixi.
La Playa de Montecarlo en Monaco, se convirtió en un icono del Mediterraneo, siendo visitado por millonarios europeos, norteamericanos y las mediáticas estrellas de Hollywood, que la hizo mundialmente conocida.
 
 
 
Veraneo en la playa. Auge y caída de los balnearios de moda. Fernando Imas Brügmann y Mario Rojas Torrejón.

lunes, 1 de junio de 2015

LINDA PLAYA.

Desde tiempos inmemoriales el uso del agua se asoció a rituales de purificación, usados comúnmente en ritos religiosos pero también en parte importante de la vida de los ciudadanos. Es en la India donde se conservan las más antiguas ruinas de una Casa de Baños, en la localidad de Mohenjo- Daro, datándose en una fecha anterior al 2.000 A.C.
Le siguen algunas instalaciones en la Isla de Creta, otras en Egipto, en el Imperio Persa, los países escandinavos y Japón. Los Baños alcanzan su apogeo en el Imperio Romano, quienes crean enormes complejos que contenían piscinas con agua fría, templada y caliente, salas de gimnasia, vestuarios, sala de masajes, zonas de descanso, tiendas, bibliotecas y jardines. Uno de los más conocidos fueron los Baños de Diocleciano, construidos a inicios del 350 D.C. y con capacidad para más de 3.000 personas. 
Los baños utilizaban agua de ríos transportadas por largos acueductos, o se situaban en zonas donde afloraban fuentes termales, beneficiosas para la salud y el ocio.
Entonces ¿de dónde viene la costumbre de bañarse con agua del mar?
 
Durante el siglo XVIII junto al advenimiento de la Razón, se instauró como parte del hombre moderno el concepto de Higiene. El Mar era un elemento de la tierra al que se le temía, por ser desconocido, catastrófico y principalmente porque la férrea creencia católica no veía beneficios en el lejano mundo submarino. Sin embargo, con la llegada del Siglo de las Luces, la medicina adquiere nuevos conocimientos y ve en la salinidad del mar novedosos favores.
En Inglaterra los médicos de Cambridge en 1619 enviaban a sus pacientes a “tomar aire marino” a Great Yarmouth. En otras localidades se comenzó a beber agua de mar por considerársele beneficiosa para curar algunas enfermedades, y los médicos multiplicaron sus escritos sobre los beneficios de la hidroterapia, siendo uno de sus mayores partidarios Richard Russell (1750).
 
 
De Veraneo en la playa. Auge y caída de los balnearios de moda. Fernando Imas Brügmann y Mario Rojas Torrejón.

LINDA PLAYA.

 
“Las personas muy nerviosas que no pueden soportar el clima de las playas, se imaginan que por esta razón no pueden soportar el aire de mar, se encontrarán en cambio, admirablemente bien de salud en Constitución, que es una playa encantadora, con un aire purísimo y un clima templado”. Revista Familia, Enero 1926.
 
Cuando los españoles se asentaron en el valle del río Maule agradecieron las cualidades apacibles del clima, el rico río y los grandes bosques. Jesuitas y vascos crearon una pequeña villa de astilleros, que en 1794 se llamó Villa de la Nueva Bilbao de Gardoqui. Muy pronto se convirtió en un activo puerto industrial, y junto a su nombramiento como Puerto Mayor en 1828 se cambió su nombre por Constitución, en homenaje a la Constitución Política de O’Higgins promulgada ese mismo año.
Una crecida del Río Maule cambió la zona costera, impidiendo a los barcos poder llegar al puerto. Sin más remedio que buscar otra fuente de subsistencia, se valió la ciudad de los hermosos bosques, playas y roqueríos, creando un balneario. Las largas calles se llenaron de pretenciosas casas de fachada continua en el más puro estilo francés, y los paseos en la playa se hicieron frecuentes entre los turistas, que disfrutaban además del apacible clima y las grandes rocas, ideales para tomar un descanso.
Fue cuna esta ciudad de don Enrique Mc Iver, Luis Cousiño y Germán Vergara. Además contó con un filántropo, don Enrique Donn, quien embelleció la ciudad creando importantes obras, y donando terrenos a instituciones o la municipalidad.
El balneario de Constitución era frecuentado por importantes personajes de Talca y Santiago. Los Presidentes Manuel Bulnes y Manuel Montt pasaban temporadas enteras, y ya en el siglo XX, el presidente Pedro Montt y Arturo Alessandri también disfrutaron de su playa.
Hasta 1940 fue uno de los más famosos balnearios del país, decayendo paulatinamente ante el boom de sectores más dinámicos como Cartagena o Viña del Mar.
 
 
 
De, Veraneo en la playa. Auge y caída de los balnearios de moda. Fernando Imas Brügmann y Mario Rojas Torrejón.

LINDA PLAYA

MI BISABUELA JAMÁS SE ARRIESGÓ A METER SUS PIES EN EL MAR. PERO MI ABUELA INCURSIONÓ ENTRE LAS OLAS CON INCÓMODOS TRAJES DE LANA... MI MAMÁ GUSTABA DE TOMAR EL SOL CON PEQUEÑOS TRAJES DE BAÑO Y YO... YA ME ZAMBULLO TODOS LOS VERANOS EN ALGUNA PLAYA. 
ESTA TAN COTIDIANA TRADICIÓN NO ERA ALGO COMÚN HACE POCO MÁS DE UNA CENTURIA, PUES EN CHILE NO EXISTÍA ESA COSTUMBRE DE VERANEAR EN LA PLAYA. PERO CUANDO EN EUROPA SE PUSIERON DE MODA LOS BALNEARIOS, LOS CHILENOS QUISIMOS IMITARLOS, INICIANDO A FINES DEL SIGLO  XIX UNA LARGA CARRERA POR CREAR EL MÁS PARADISIACO Y ELEGANTE RINCÓN, DONDE ZAMBULLIRSE PASÓ A SER UN ESTILO DE VIDA.  POCOS BALNEARIOS PERDURARON INTACTOS EN EL TIEMPO, OTROS SE ESTÁN TRANSFORMANDO Y ALGUNOS CON MENOS SUERTE DESAPARECIERON BAJO LA SOMBRA DEL PROGRESO. 
¿QUÉ PASÓ CON NUESTROS BALNEARIOS?.  AHORA LO SABREMOS...
Veraneo en la playa: Auge y caída de los balnearios de moda.
Este es el título de un extenso trabajo sobre los balnearios más connotados de nuestro país, realizado por dos destacados investigadores dotados de un nutrido currículum académico y en la conservaduría patrimonial, los señores; Fernando Imas Brügmann y Mario Rojas Torrejón.
Entre tanto balneario, no el único ni el primero, cronológicamente, no podía faltar el nuestro. Para quienes deseen conocer directamente en la página, brügmann.cl encuentran este interesante trabajo.

lunes, 23 de febrero de 2015

viejos costinos, mareros.


El primero de nosotros Estuvo enterrado por al menos 11.230 años, pero el arqueólogo chileno Donald Jackson lo trajo de vuelt
...
 
Puesta online a las 19:29, el 13 de Enero del 2015


El primero de nosotros
Estuvo enterrado por al menos 11.230 años, pero el arqueólogo chileno Donald Jackson lo trajo de vuelta. Los restos del "Individuo 1", el esqueleto más antiguo de Chile y tal vez del continente, aparecido en Los Vilos, han comenzado a arrojar hipótesis sorprendentes. La mayor de ellas: que el poblamiento de América pudo producirse también por mar.





© Vicente Reinamontes
“Este descubrimiento demuestra que al menos había un grupo que dependía de los recursos marinos hace 11 mil años”, dice Jackson. “Esta gente comía tanto pescado como un tiburón, y este individuo lo viene a comprobar por primera vez. Este hallazgo corrobora la ruta costera”.
Es probable que hayan sido las encías. Décadas de pequeñas heridas sin tratar, de fragmentos de conchas y de arena encarnándose, lastimando. Es posible que las infecciones lo hayan golpeado, quizás dañando sus válvulas cardiacas, volviéndolo demasiado débil para la vida de hombre de mar. Ya había sido un tipo inusualmente longevo para su tiempo: con cerca de 45 años, doblaba en edad lo esperable entre los suyos, los primeros habitantes del continente americano.

Ahora su cráneo está en la mano de Eugenio Aspillaga, con 60 años uno de los antropólogos físicos más importantes del país. Cuenta esas cosas parado en uno de los laboratorios subterráneos de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile, donde dirige el departamento de Antropología. Frente a él, en una caja, cubiertos por espuma, cientos de los primeros huesos de Chile le dicen cosas.

Levanta el cráneo, dejando que el sol que se filtra por una ventana caiga sobre él, revelando el tono madera que genera estar ciento doce siglos bajo la playa de Los Vilos.

-Esta lesión se produce por la otitis -dice, apuntando un agujero-. Tiene una infección crónica en el canal auditivo. Una lesión común en la gente de mar.

Luego repara en sus dientes, que son pocos, dos menos de los que salieron de la tierra, enviados a tres laboratorios en Estados Unidos para chequear su antigüedad.

-Lo importante es la dieta, y éste no tiene tantas caries como los agroalfareros. Los estudios arrojaron que su dieta era de peces y lobos marinos. Y eso que fue hallado a sólo 300 metros de Quereo, otro sitio donde se encontró megafauna. Pero él seguía comiendo de la costa.

Aspillaga habla con el entusiasmo de quien contradice lo establecido: encontrar en Los Vilos a un pescador de hace 11.230 años agrega dudas a la tradicional teoría de que los primeros habitantes americanos habrían bajado únicamente, una vez cruzado el estrecho de Bering, persiguiendo a los grandes mamíferos por el continente. Al menos este tipo, explica, parece haber tenido más sentido común: seguramente bajó en canoa.

-Hace 40 mil años ya había embarcaciones, en esa época se habitó Australia. No hay ninguna razón para no pensar que estas personas pudieron haberlo hecho.

Una alumna lo mira de reojo mientras va sacando de la caja costillas, pequeños fragmentos del rostro, un trozo de pelvis. Enumera lo que ve: una costilla rota, lesiones en los codos por cargar mucho peso -seguramente bolsas de mariscos-, parásitos intestinales. Todos los pequeños dolores con que murió el primer chileno conocido, que hace cuatro años le llegó en una caja a su oficina, en brazos del arqueólogo y también profesor de la facultad Donald Jackson, a sus 54 años responsable de 400 excavaciones en la zona de Los Vilos.

Se habían conocido cuatro décadas antes, cuando Aspillaga era ayudante de laboratorio en la recién fundada carrera de Antropología en la U. de Chile, y Jackson un escolar que llegaba en pantalones cortos a mostrarle las puntas de flecha que tallaba imitando a los primeros hombres del continente. Pero ahora, en invierno de 2010, lo que traía a su oficina era una caja llena de huesos. Estaba entusiasmado: había encontrado en Los Vilos el esqueleto de lo que le parecía un cazador recolector, y pensaba que podía llegar a tener unos nueve mil años de antigüedad. De estar en lo correcto, con esa edad ya hubiera sido el más antiguo jamás encontrado en Chile, y uno de los ocho más tempranos de un continente poco dado a los hallazgos de cuerpos prehistóricos.

Aspillaga abrió la caja y, le pareció que sí, que ese esqueleto amarillo sin rostro parecía lo suficientemente viejo para creer en los cálculos de su amigo. Nunca pensó que se estuviera quedando dos milenios corto.



EL MISTERIO DE LOS MILENIOS
En el estrecho pasillo subterráneo hay cientos de cajas, todas repletas de huesos. La mayoría indica un lugar y una fecha específicos. En otras sólo dice “varios cráneos”. César Méndez, arqueólogo de 37 años y coinvestigador de Jackson desde hace 16 años en Los Vilos, abre una, echa un vistazo a unos huesos silenciosos, y la vuelve a cerrar. Dice que nadie sabe cuántas cajas hay en realidad, pero son miles. Las tienen en containers, en bodegas, en otros pasillos. Un arqueólogo podría hacer una carrera completa investigando sólo entre ellas, pero no encontraría a nadie más antiguo que el “Individuo 1”.

Así lo bautizó Méndez, poco dado al sentimentalismo arqueológico, aun cuando fueron sus manos las que lo encontraron en la tierra. A diferencia de sus compañeros de equipo -entre los que también están el paleoecólogo Antonio Maldonado, el geólogo Ismael Murillo y la conservadora Roxana Seguel-, nunca lo han entusiasmado los restos humanos. Le interesa lo que generalmente tienen alrededor: los objetos cotidianos, los instrumentos de cocina, la forma en que los cazadores de deshacían de su basura. Eso lo motivó especialmente a participar en 2008 en los trabajos en Los Rieles, un sitio con conchales -capas de conchas formadas hace 6 mil años- cerca de la costa. La Municipalidad de Los Vilos iba a instalar por allí una tubería para sacar los desechos, y les pidieron un rescate arqueológico.

Habían trabajado con Jackson en centenares de otros sitios -el más relevante, en 2004, en Santa Julia, donde se anotaron un golpe internacional al encontrar puntas de flechas de 13 mil años de antigüedad, idénticas a las encontradas en Norteamérica, pero sin restos humanos-, y éste parecía uno más. Su objetivo, más modesto, era estudiar cómo los antiguos desechaban las conchas de loco, y para eso decidieron hacer dos piscinas de 60 centímetros de profundidad. Una tarde, cuando ya habían cumplido una semana sacando conchas, un ayudante dijo “aquí hay algo”, y él se acercó a desenterrar, de abajo de un montículo de locos, lo que parecía un hueso. Sin mucho entusiasmo, el arqueólogo sacó una tibia de la tierra, la puso sobre la suya y les dijo a los demás que era un hombre adulto, de algo así como un metro setenta. Le avisaron a Donald Jackson, y éste dio la orden de seguir excavando y dejar ese montículo para el final.

Para alegría de Méndez, surgieron algunas cosas: una punta de lanza dentada y los restos de lo que parecía una fogata ceremonial. También huesos correspondientes a otros cinco individuos, enterrados a poca distancia unos de otros. En la mañana del décimo día, se decidieron a destapar el montículo. Lo que encontraron fue un esqueleto en posición fetal, sin ajuar ni adornos, misteriosamente completo. Los resultados de las pruebas arrojaron que se trataba de un hombre de entre 11.230 y 12.410 años de antigüedad, el más temprano jamás encontrado en Chile o en el continente, según el caso. Pero lo que a Méndez le llamó la atención fue otra cosa: cada uno de los seis individuos había sido enterrado en un milenio distinto, en el mismo lugar. Esa idea no se la ha podido sacar de la cabeza.

-Seis individuos, uno por milenio, en el mismo lugar. Esto no es un cementerio. ¿Era tan fuerte la memoria oral para que por algún motivo enterraran a alguien allí cada mil años?

La pregunta queda sin respuesta. Un mail entrando a su computador llama su atención: es de un desconocido que le avisa que acaba de encontrar un esqueleto debajo de un conchal en un campo de Puchuncaví. Dice que lo vio en la prensa. Que piensa que éste es de la misma época.

-Tendré que ir este fin de semana a pegar un vistazo -dice, con una media sonrisa-. Este individuo abrió la puerta a que haya muchos más antiguos en otros lados.

Cuando supo que tenía al potencial esqueleto más antiguo del continente en sus manos, Donald Jackson decidió hacerle pruebas de carbono 14 en tres laboratorios distintos de Estados Unidos. De los tres resultados, que suelen variar por lo sensible de la técnica, decidió publicar el más conservador, 11.230 años, en la revista internacional Journal of Island & Coastal Archaeology. Había cumplido un sueño como arqueólogo, encontrar el individuo de ese tiempo más completo del continente, luego de décadas rastreando sus puntas de flecha y desechos. Pero el fetiche de la antigüedad pronto quedó relegado por la evidencia incuestionable de que se trataba de un pescador. Eso, en términos de teorías de poblamiento continental, eran palabras mayores.

Jackson cuenta esas cosas en su departamento, mientras revisa unos de sus tantos papers sobre Los Vilos, la zona a la que ha dedicado los últimos 25 años de su carrera. La misma por la que solía caminar durante las tardes de su niñez buscando puntitas de flechas, y donde inició una obsesión que lo llevaría a estudiar Arqueología en México, y luego a transformarse en unas de las puntas de lanza de la escena nacional. Entre sus muchos hallazgos, reconoce, la posibilidad de reforzar que el poblamiento de América pudo ser tanto en canoas como por tierra sería uno de los más grandes de su carrera.

-Este descubrimiento demuestra que al menos había un grupo que dependía de los recursos marinos hace 11 mil años. Esta gente comía tanto pescado como un tiburón, y este individuo lo viene a comprobar por primera vez. Este hallazgo corrobora la ruta costera.

Donald Jackson reconoce que algunas veces ha soñado con esta gente, en la costa de Los Vilos que él tantas veces ha recorrido, y que hace 11.230 años ya lucía casi exactamente como luce ahora. De fondo, una punta de flecha tallada por sus manos adorna el lugar.