miércoles, 17 de octubre de 2007

CASINO



Durante muchos años se ha insistido lesamente que el Primer Casino de juegos de azar que funcionó en Chile, es el casino de Pichilemu. Hasta hoy, nadie conoce al autor de esta invención, ni preguntar por algún respaldo documental, sin embargo, aumentan los corifeos y los prosélitos de esta comparsa idiota.

Hace más de una década que reproduje en el libro, Pichilemu, mis fuentes de información, una noticia del periódico pichilemino, El Marino, en que anuncia la inauguración de nuestro casino en el verano de 1917, en esos tiempos nadie reclamaba la primogenitura, nadie inventó el primer casino, ni menos, los juegos de azar. Basta recordar que los aborígenes Mapuches, dentro de sus numerosos juegos, poseían varios juegos de azar y se permitían el uso de fichas para sus apuestas.

Los conquistadores hispanos, pese a todas las prohibiciones, eran jugadores impenitentes, desde el último soldado hasta el gobernador. El juego era ilegal. En la era republicana el juego continuó siendo clandestino. El único vestigio jurídico, descubierto hasta hoy, es la aprobación del cabildo de Talca, para la construcción y funcionamiento del café de Santo Domingo, el que según Francisco de Hederra, "cuya alma era el juego" y tuvo una vida de alrededor de cuatro décadas, desde 1829. La Historia de Talca, de Rafael Poblete Zúñiga, de la cual adjunto una página del original, señala, tambien la existencia de dicho café y el caracter que éste tenía, respecto del juego de azar. A ninguno se le ocurrió destacar la prelacía virginal del casino talquino, ni Graciano Elgart, uno de los propietarios, ellos sabían muy bien que el primero de todos fue el de Pichilemu. Todo era cuestión de tiempo, nada más.

La casi media docena de socios del Casino de Constitución, cuando fundaron dicha sociedad, crearon sus Estatutos y reglamento, fijaron las tarifas de los diversos juegos, en 1872, tampoco repararon en el lugar que les correspondía a ellos en este singular descubrimiento. Claro está, que en ese año, Pichilemu, no era otra cosa que un corto caserío del peor aspecto y con unos vecinos que le negaron, todavía, con peor modo, hasta un poco de leña, al hidrógrafo dela Armada, Francisco Vidal Gormáz.

Bueno, y don Agustín Ross Edwards, el creador del Casino de Pichilemu, el gran hombre que adquirió la propiedad, recién en 1885, donde erigió el edificio de esta guagua putativa, tampoco sabía que el parto de la primera década del siglo veinte traía consigo una estúpida marraqueta

con la que comulga hasta el más humilde gato de campo.

Y si descubrimos la Polvora, o la corrupción, ¿Que puede pasar?

Que nos lo señale un aguafiestas, total "Ojos que no ven".

Hay más Casino.

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