martes, 18 de diciembre de 2007

ARTESANOS DE LA PALABRA

En el nuevo libro,"Artesanos de la palabra", del profesor Carlos Leyton Labarca, está toda la sabrosura de la tradición oral costina, la que nos conecta con nuestro ser íntimo, identidad pura que nos proyecta con el ser nacional y la universalidad. Mitos, leyendas y narraciones simples y transparentes, sin artilugios ni pretensiones originarias. Quizás, la impronta infantil de los recopiladores y la fidelidad del "profe", al trasvasijar el rico caudal, constituyan el gran mérito de esta obra, que aborda la raigambre secular del imaginario de los estoicos habitantes de la costa cardenalina.
Hoy día, muchos jóvenes pueden ostentar el privilegio de haber participado junto a Leyton en el largo y doloroso "parto" del Museo del niño rural de Ciruelos. Los alumnos y su maestro, llenos de entusiasmo y perseverancia, muchas veces al límite, para regalarnos su acervo cultural. Esta vez en un soporte gráfico, que espero sea divulgado con generosidad, especialmente, entre las familias rurales.
Por cierto, que el éxito y el efecto que debe tener este libro, depende de sus creadores y desde luego de aquellos empresarios que han comprendido que aportar a la realización de empresas culturales, es una buena inversión, la instalación definitiva en la retina y memoria del colectivo, asociada a un producto de altura produce importantes réditos, que bien se merecen.
Don Antonio de Petrel.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Más juegos de azar

Los juegos de azar eran una actividad importante en la mayoría de los recintos termales, desde la antiguedad y en las más diversas y dispersas culturas, por ejemplo, las termas de Caracalla, en Roma, poseían salones especiales dedicados a los juegos de azar o invite.
Asimismo, nuestros mapuches acudían a las termas, a rendir tributo a Meulen, divinidad benéfica de las aguas y disponían en aquellos sitios, el de más belleza natural, Aliwen, para la práctica de sus reuniones y juegos.
Mi cronista colonial predilecto, don Gerónimo de Vivar, dedica un capítulo especial, el XCI, que trata de una manera de juego que tienen estos indios de Mapocho y todos los demás de esta comarca.
Su manera de juego de estos indios es de esta manera: que en el suelo hacen una placita pequeña, y por una parte de ella hacen una raya como una "C" al derecho y otra "C" al revés; y en medio de estas dos "Ces", digo en las cabezas, está un hoyuelo pequeño, y por las dos "Ces" va por cada una de ella, diez hoyuelos más pequeños. Y ponen por ellos piedras o Maíces o palos, de manera que difieren en la color los unos de los otros. Y desde fuera de este circuito hincan una varita de tres palmos, y la cabeza de ella cae en medio de este circuito de las "Ces". Hacen de una varita de mimbre una "O" atada allí, que será tan grande como una ajorca.
Y siéntanse los que quieren jugar, que son dos o cuatro compañeros, y no pueden jugar más de cuatro. Y toman cuatro frijoles blancos, -porque los hay de muchos colores-, y por la una parte los tornan negros, y échanlos por de dentro de la mimbre que está en alto, como ajorca que digo y, en echándolos y en dándose con las manos en el pecho y muslo derecho, es todo uno, hablando en alto. Y caen abajo en la placita.
Y si caen todos blancos, sube aquél que las echa cuatro casas, subiendo de la casa del cabo para arriba do está la otra casa que digo, que es mayor que éstas. Y si echa todos negros, sobre tres casas con la misma piedra que anda. Y si echa dos blancos y dos negros, anda una casa. Y si echa uno negro, y tres blancos, o tres negros y uno blanco, pierde la mano, y juega el contrario, y sube de la misma manera conforme a lo que echa.
Y esta piedra que va caminando por las casas en que están las otras piedras; y si acierta a entrar en la casa mayor que dije de la cabeza de las "Ces", pierde la mano. Estando allí gana aquella piedra al contrario, y echa ganancia, sale de allí hacia las piedras contrarias y prende a todas en cuantas casas entra con lo que ha echado; y si estando en la casa grande pierde la piedra, es porque dicen ellos que aquél es río y que se ahogó. Y torna a jugar con la otra del cabo que queda, y si se la matan, con la otra del cabo. Y así juegan, y el que antes mata y echa fuera de sus casas las diez piedras contrarias, gana el precio que ponen.
Y este es su juego, y no tienen otro. Y son muy grandes tahures, tanto que muchas veces juegan las mujeres e hijos, y ellas son muy tahures de éste juego, y juegan lo que tienen.
Los aborígenes de la comunidad que sepultó los cuerpos al pie de la terraza, ¿concurrirían al "primer casino"?, despues de todo, otro mito popular afirma que esa cueva es la salida de escape del casino del Gran Hotel.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Juegos de azar

Según don Miguel de Cervantes y Saavedra, autor del hidalgo, don Quijote de La Mancha, el territorio de las colonias de Las Indias son;"Pala y cubierta de los jugadores.
Como señala en forma clara, Francisco Morales Padrón, en las instrucciones recibidas de las autoridades de la colonia por los capitanes de la conquista, se prohibe expresamente, los juegos de azar. No obstante, casi todos los conquistadores jugaban al punto de confeccionar cartas de barajas con los cueros de los libros, para luego disputarse en la mesa de juego todo tipo de bienes.
Así como también sería un lucrativo negocio arrendar el derecho a cobrar por la importación de barajas. Se debe tener en cuenta que los naipes, también se usan en juegos de entretención , solamente, sin mediar apuestas.
Enrique Bunster en su Oro y Sangre dice, que Valdivia sabía exactamente que la tierra de Chile era un pozo para enterrar más oro del que se sacaba y que vino aquí no por codicia, porque él llamaba al oro, con displicencia, "el cebo de manjar amarillo", y lo dilapidaba en la mesa del naipe sin abandonar su sonrisa de gran señor. Amaba la conquista como otro juego de azar, y por venir a conquistar Chile perdió la propiedad de su rica mina de plata del Perú.
Las carreras de caballos y las riñas de gallos, donde se apuestan sumas considerables, dice Carlos Freire, son las entretenciones preferidas. También, El gusto a otros juegos como, las cartas, los dados y el juego de bolos forman las delicias de los chilenos. En el campo ocurre a menudo que después de jugarse el dinero, se juegan las alhajas, la ropa y hasta los animales. Sin embargo el vicio del juego es aún más fuerte en las ciudades, donde suele ocasionar riñas en las cuales el cuchillo sale a relucir.
Todavía hay mucho juego por delante.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Casinos, garitos, juegos y Manuel Rojas

De nuestro viejo y querido Manuel Rojas y de sus Imágenes de infancia tomamos estas notas sobre los juegos de azar.
"Fuera de estos hombres había en el barrio otros, atrayentes también por su vida y carácter, aunque menos ostensibles y bulliciosos. Existían por allí casas de juego, timbas populares- se las llama carpetas-, cuyos dueños, ladrones o policías retirados o comerciantes de poca monta, explotaban el vicio del juego entre trabajadores y gente tragediosa. No era raro ver pasar en las mañanas, muy sentados dentro de un coche, a individuos que no llevaban encima más ropa que los calzoncillos y la camisa: habían perdido su dinero en el juego y después del dinero habían jugado y perdido el traje, los zapatos y el sombrero- por esos tiempos, y hasta unos veinte años después, llevaban sombrero hasta los naturalistas ( los únicos que no lo llevaban eran las personas reputadas dementes). Otros, sin crédito con los cocheros, pasaban a pie, envuelto el cuerpo, de la cintura para abajo, en una hoja de diario o en un trozo cualquiera de género. A pie desnudo o en calcetines desfilaban con gran seriedad por la calle, en medio de las sonrisas de los transeaúntes y las preguntas y risillas irónicas de los conocidos.
Todo este mundo de subhombres, ladrones de ínfima categoría, mendigos, jugadores, borrachos y bandidos, daba al barrio un carácter singular, constituyendo un espectáculo entre triste y pintoresco, entre bizarro y repugnante. Algunos amigos míos, de filiación liberal, me aseguran que esos hombres y muchos otros de igual o parecida condición, son así porque no quieren ser millonarios, poetas, sabios o héroes. A pesar del aprecio que siento por esos amigos, se me hace duro creerlo."
Hace algunos años me confidenció, la hija del último operador del casino clandestino de Pichilemu, que su padre tomó la desición de cerrar las salas de juegos dado los exesivos cobros de las autoridades por hacer vista gorda al funcionamiento del "primer casino".
Más juego, más casino.

domingo, 28 de octubre de 2007

casinos de ayer, hoy y mañana

Hablar sobre casinos de juegos en Chile, la primera idea recurrente es la existencia del Casino de Viña del Mar. Este tuvo su origen legal mediante una ley exclusiva, la N*283, que hizo exepción de los artículos;277,278 y 279 del código penal.
Esta ley que crea el Casino de Viña del Mar, data del 7 de febrero de 1928, fue firmada por el presidente Ibañez y su ministro, Enrique Balmaceda. Así quedó consagrado legalmente el juego de azar que se practicaba clandestinamente, desde siempre y en muchos lugares, y Viña del Mar, por cierto, no era un lugar de exepción.
Las autoridades locales trataban el tema en una sesión secreta ya en 1913, debido que el juego era una realidad en las instalaciones del balneario Recreo, desde sus comienzos. Acudían turistas y extranjeros que pululaban por la actividad portuaria y comercial del vecino Valparaiso.
La fauna portuaria, mata el ocio y el tiempo mientras se desarrollan las largas faenas de carga y descarga de las naves, entre otras cosas, en el juego, para cuyo objeto numerosas tertulias, tablaos y trastiendas se prestan a propósito. Como aquella que funciona frente a la iglesia de la Merced de Valparaiso y que visitara doña María Graham en 1822, " nos dirigimos a la expresada venta que se halla justo frente a la iglesia. Al principio me imaginé que fuera la casa particular de alguna amiga..." y agrega, "el juego es tan común entre la clase baja como en la mejor sociedad. Toda nación rudimentaria juega; todo pueblo de civilización refinada hace lo mismo","Varios juegos se practican aquí tal como en Europa y en el Oriente..."
Por aquellos años Viña del Mar era una hacienda, propiedad de un primo de José Miguel Carrera. Don Juan Antonio Carrera adquirió dicha hacienda en 1799, permaneciendo su propiedad en miembros de la familia por aproximadamente, medio siglo y luego ser vendida a don Francisco Alvares, en 1840.
En esa época don Juan Antonio Carrera, heredó un tercio de la hacienda de San Antonio de Petrel, la que vendió, en 1827 a doña Tránsito, la tercera hija del matrimonio Carrera Salinas, de modo, que esta célebre familia patriota, durante los aciagos días de la revolución independentista, poseía un fuerte vínculo con Pichilemu y Viña del Mar, através de sus propiedades.
Como era Viña del Mar en dichos tiempos, nos lo cuenta María Graham, en su Diario de mi residencia en Chile, anota el 14 de noviembre de 1822;"es una bella propiedad; la atraviesa el riachuelo de Marga Marga, formando un valle extraordinariamente fértil; en el pueblo, que da su nombre al riachuelo, se encuentran las mejores lecherías de la comarca".
"Como en la hacienda se están reemplazando las viñas por siembras de trigo, las cubas de alambique van quedando fuera de servicio y cederán su lugar a los graneros".
Solo en el último tercio del siglo XIX,"Doña Dolores P. de Alvares, dueña de Viña del Mar, ha dado en arriendo por largos plazos, pequeños lotes de terrenos, con la condición de quie sean edificadas i entregados sin gasto alguno para ella, después de vencido el término del arriendo",
Así nace el Gran Hotel en 1874, gracias a los socios Herman Schmidt, Curcetti y Rigau. En cuyos salones se expresa publicamente en 1901,"En el casino del Gran Hotel, Jorge Borrowman propone ante cien personas la fundación del club de Viña del Mar, encontrando el eco necesario para crear la institución".
El 31 de diciembre de 1931, se inaugura el Casino Municipal, que antes funcionara en el balneario Recreo. La apertura de la ruleta se produjo antes del año nuevo y fue la esposa del alcalde, Graciela Risopatrón de Ossa, quien lanzó la primera bolita, que cayó "negro el ocho".
Hablar hoy día de casinos, para Pichilemu, es hablar del Casino de Santa Cruz y de la feliz estrategia de vincular Historia, Cultura y Turismo del mejor nivel.

miércoles, 17 de octubre de 2007

CASINO



Durante muchos años se ha insistido lesamente que el Primer Casino de juegos de azar que funcionó en Chile, es el casino de Pichilemu. Hasta hoy, nadie conoce al autor de esta invención, ni preguntar por algún respaldo documental, sin embargo, aumentan los corifeos y los prosélitos de esta comparsa idiota.

Hace más de una década que reproduje en el libro, Pichilemu, mis fuentes de información, una noticia del periódico pichilemino, El Marino, en que anuncia la inauguración de nuestro casino en el verano de 1917, en esos tiempos nadie reclamaba la primogenitura, nadie inventó el primer casino, ni menos, los juegos de azar. Basta recordar que los aborígenes Mapuches, dentro de sus numerosos juegos, poseían varios juegos de azar y se permitían el uso de fichas para sus apuestas.

Los conquistadores hispanos, pese a todas las prohibiciones, eran jugadores impenitentes, desde el último soldado hasta el gobernador. El juego era ilegal. En la era republicana el juego continuó siendo clandestino. El único vestigio jurídico, descubierto hasta hoy, es la aprobación del cabildo de Talca, para la construcción y funcionamiento del café de Santo Domingo, el que según Francisco de Hederra, "cuya alma era el juego" y tuvo una vida de alrededor de cuatro décadas, desde 1829. La Historia de Talca, de Rafael Poblete Zúñiga, de la cual adjunto una página del original, señala, tambien la existencia de dicho café y el caracter que éste tenía, respecto del juego de azar. A ninguno se le ocurrió destacar la prelacía virginal del casino talquino, ni Graciano Elgart, uno de los propietarios, ellos sabían muy bien que el primero de todos fue el de Pichilemu. Todo era cuestión de tiempo, nada más.

La casi media docena de socios del Casino de Constitución, cuando fundaron dicha sociedad, crearon sus Estatutos y reglamento, fijaron las tarifas de los diversos juegos, en 1872, tampoco repararon en el lugar que les correspondía a ellos en este singular descubrimiento. Claro está, que en ese año, Pichilemu, no era otra cosa que un corto caserío del peor aspecto y con unos vecinos que le negaron, todavía, con peor modo, hasta un poco de leña, al hidrógrafo dela Armada, Francisco Vidal Gormáz.

Bueno, y don Agustín Ross Edwards, el creador del Casino de Pichilemu, el gran hombre que adquirió la propiedad, recién en 1885, donde erigió el edificio de esta guagua putativa, tampoco sabía que el parto de la primera década del siglo veinte traía consigo una estúpida marraqueta

con la que comulga hasta el más humilde gato de campo.

Y si descubrimos la Polvora, o la corrupción, ¿Que puede pasar?

Que nos lo señale un aguafiestas, total "Ojos que no ven".

Hay más Casino.

viernes, 28 de septiembre de 2007

PUETAS


En el transcurso de las recientes celebraciónes de septiembre los cultores de la poesía popular tuvieron que vivir un gran duelo junto a los familiares y amigos del talentoso Pedro Reyes. Dejó este mundo legándonos su generosa alma poética, se reúne junto al querido Ganchete, como anfitrión.

Sin embargo, de ese olimpo fertil y espontaneo, Reyes envía un mensajero, el pueta González aparece en la puerta de la Ruka Chadi con un cacho de chicha para brindar, la poesía no muere, bienvenida y siempre viva, vives junto a nosotros, por siempre.

miércoles, 1 de agosto de 2007

PICHILEMU, por Jorge Aravena Llanca.

Desde Berlín, residencia de mi amigo Aravena Llanca, he recibido sus notas del estudio realizado sobre el origen del topónimo Pichilemu. Este extenso trabajo forma parte de su libro, “Historia de las canciones de Pichilemu”, con él se pretende contribuir a una revisión amplia de uno de los factores que nos identifican, la denominación del territorio que heredamos de nuestros más antiguos antepasados.
Creemos que la última palabra no se ha emitido, Usted puede hacer un aporte y comentario en este Blog, la invitación está hecha, pronto, más Pichilemu, un Pichilemu inquieto, que camina, que se siente, que vive, como lo vive Jorge, desde Berlín.


Etimología de la palabra Pichilemu

En todos los diccionarios y enciclopedias en lengua castellana y en el RAE, Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra Pichilemu dice lo que ya todos sabemos: Pichilemu. Geog. Municipio de Chile, en el Dto. de Santa Cruz, de la provincia de Colchagua. Dan cifras de la cantidad de habitantes y una designación que la señala como: balneario popular. La Enciclopedia Universal Sopena aun da señales que sigue siendo un puerto del Océano Pacífico.
Naturalmente, los libros arriba mencionados, afirman lo mismo que los primeros Diccionarios Araucanos, el de Fray Félix José de Augusta, el de Rodolfo Lenz y el del Padre alemán Ernesto Wilhelm de Moesbach en su Voz de Arauco . Estos últimos coinciden en afirmar: Pichilemu: lemu: bosque, pichi: pequeño = pequeño bosque. Todos los diccionarios posteriores repiten lo mismo. Walterio Meyer Rusca, Pablo Groeber, Juan Grau V. y hasta los diccionarios argentinos sobre palabras mapuches, como el de Esteban Erize, se remiten al de Augusta y al de Lenz, y sin opiniones divergentes repiten la definición. El Dr. Juan Grau V. proporciona un dato final más actualizado: Pichilemu: (del map.: pichi = chico y lemu = bosque) Bosque pequeño. Pueblo, balneario y puerto de la Provincia del Cardenal Caro en la VI Región. Y añade el dato: Hemos encontrado un apellido.
Nuestras investigaciones

Junto con Pedro de Valdivia vino a Chile como soldado y colonizador Juan Caro, sirvió bajo sus órdenes, a las de Hurtado de Mendoza y Rodrigo de Quiroga. Fue también con Ruiz de Gamboa al descubrimiento de Chiloé. En l575 aun vivía en Concepción. Es el primer Caro que menciona nuestra historia. En el año de l690 en Concepción uno de sus descendientes don Francisco de Caro, contrajo matrimonio con doña Andrea Pérez, este documento Origen genealogías de familias chilenas Santiago l983, nos da un informe que corroborado con los de José Toribio Medina en su Personajes de la Colonia y en Colección de documentos Inéditos nos acerca, con una ayuda informativa bien documentada a un personaje al cual, por su importancia más que por su origen, se le han dedicado muchas páginas escritas a diverso nivel, nos referimos al Cardenal José María Caro, nacido en la hacienda San Antonio de Petrel comuna de Pichilemu, el 23 de Junio de l866.
Al hijo del Capitán don Francisco de Caro, al joven Alférez Caro, militar como su padre, las autoridades españolas le quitaron la encomienda de indios por ser mestizo. El padre del Alférez, don Francisco se había casado con una india mapuche y el nacimiento de sus hijos contradecía una ley, nueva por entonces, de que sólo eran españoles los nacidos en la Península y sólo ellos tenían derecho a poseer indios a su servicio en calidad de encomenderos. En México esta ley tenía vigencia desde l556. Hasta ese momento el joven Alférez Caro, igual que su padre, retrocediendo hasta llegar al primer Juan Caro, pertenecía al grupo de judíos conquistadores que, bajo el rubro de cristianos nuevos, buscaron en el Nuevo Mundo la Tierra de Promisión , la Tierra Mesiánica . Históricamente fueron judíos ibéricos casi todos los conquistadores peninsulares. El apellido Caro, muy documentado, pertenecía a las más rancias y antiguas familias de rabinos judíos que España erradicó hacia toda Europa y América a consecuencias del fanatismo ejercido por las garras de la Inquisición.
En nuestro territorio los conquistadores judíos-ibéricos, sin dar muestras evidentes de que lo fueran -sobre todo los mestizos nacidos de indias y españoles- poco a poco, acosados por las autoridades eclesiásticas y en una asidua práctica de las costumbres católicas severamente controladas, abandonaron paulatinamente su anterior religión, sin poder olvidar consecuentemente su potencial genético, acogiéndose a la nueva, la católica, sin perder por ello indicios calificativos: apellidos, fisonomías, tradiciones, costumbres en la forma de cocinar, de vestir, de practicar su ancestral tendencia a lo místico y las observancias religiosas que completan en nuestros días su panorama espiritual, inclusive, en la puesta en práctica de su perseverancia religiosa católica imbuidas de las tradiciones místicas de las religiones tanto islámica, judía como cristiana. Estas observaciones, válidas para España y toda Latinoamérica, nos llevan a ratificar estas documentaciones, al punto de afirmar que el plasma chileno es de diversos orígenes, africano occidental: sahariano-tarteso-ibérico y mapuche; africano oriental: semita-judío y mapuche y europeo: celta-godo-germano y mapuche, contrariamente a lo que afirma Nicolás Palacios en su obra Raza chilena , 1919. Los conquistadores judíos ibéricos, con estas ricas y variadísimas mezclas raciales, fueron nuestros padres y dejaron su descendencia criolla, como yerba buena entre araucarias, donde el rasgo facial mapuche de nuestras madres aun se advierte, en viriles facciones de inteligente serenidad, en nuestros rostros pichileminos.
El joven Alférez Caro, herido en su orgullo y una gran decepción, con toda su familia se trasladó al centro del país, al territorio ya denominado Colchagua. Ahí se les dio lugar para trabajar como campesinos a todos los mestizos que con él venían, que sin duda se apellidaban Gaete, Herrera, Hidalgo, Leyton, Morales, Lobos, Martínez, Sánchez, Mella, Méndez, Llanca, Mora, León, Acevedo, Arraño, Pérez, Figueroa, Pavéz, Clavijo, Lizana, Vargas, Vidal, Leiva, Cornejo, Cabello, Becerra, Barahona, Silva, Maturana, López, Caroca, Parraguez, Galarce, Jorquera, Huerta, Castro, Gómez, Labarca, Chacón, Liébana, Bravo, Díaz, Rojas, González, Osorio, Polanco, Parra, Acosta, Acuña, Alfaro, Alcalde, etc., etc., y otros como Le Caro, que terminaron casándose entre ellos y su prole, con un mosaico de facies y de apellidos de todas las sonoridades, ascendiendo genéticamente, sin retrocesos a la primera indígena sangre materna, lo que hace al pichilemino no sólo parecerse entre ellos, sino que han adquirido rasgos faciales muy definidos, lo que no es ninguna excepción pues este entrevero genético lo revelan, maravillosamente, casi todos los pueblos chilenos donde abunda la prole mestiza que es muy diferente a la de otras realidades de Latinoamérica. Los apellidos de los pichileminos están calificados, por los mismos estudiosos españoles sobre la Inquisición, su historia y sus consecuencias dentro de la filiación de los judíos venidos, como cristianos nuevos y con apellidos cambiados, al Nuevo Continente a descubrir, conquistar y colonizar tierra americana. (Para esta referencia consultar a Pere Bonnín Sangre Judía , Colección DEL VIENTO TERRAL. Barcelona, España, l998)
Fue reubicado este grupo en las propiedades de la familia descendiente del conde de Lemus, que desde casi el comienzo de la conquista emprendida por Pedro de Valdivia, hasta esos años, había pertenecido a varios conquistadores cambiando repetidas veces de mano. Muchos de estos datos y nombres de propietarios no están registrados en ningún libro, pues el lugar en sí no tenía mucha importancia por carecer de riqueza cuantitativa explotable de inmediato; y además podría bien estar a nombre de un terrateniente, cosa muy habitual, entonces y ahora, para ocultar la riqueza de la nobleza, de los políticos y de sus administradores. Al lugar al que llegó el Alférez Caro, se le llamó posteriormente Ciruelos y los nombres que los inmigrantes le pusieron, en primera instancia, a su nueva patria coincide con sus, ahora, abandonados principios judaicos: Nuevo Reino, entre otros.
Al primero que menciona la historia, que se le regaló el territorio, fue a Juan Gómez de Almagro, el 24 de enero de l544 por Pedro de Valdivia, junto con todos sus caciques llamados Topocalma, Palloquierbico y Gualauquén -datos que da Toribio Medina, corroborados por Antonio Saldías González en su libro Pichilemu. Mis Fuentes de Información- que debieron entregarle todos sus indios poromaucaes o promaucaes, para el servicio y mantenimiento físico de los señores conquistadores. Poco tiempo después Gómez de Almagro disputó el territorio con Antonio Tarabajano sobre la pertenencia de estos caciques y de su prole.

Lemus, Lemo, Lemos, Lemuz, Lemur, Lemnos

Cuando el Conde de Lemus, o de Lemos, etc., lo adquirió o le fue confiado a su nombre, seguía siendo un paraje sin riquezas, es decir, sin oro que explotar. Carecía, por tanto, de interés para el conquistador. Era un espacio cubierto por pequeños árboles, y se debió denominar a la propiedad los bosques de árboles pequeños del Conde de Lemus . La mención sobre el Conde de Lemus la encontramos en Autores españoles de Gonzalo Fernando de Oviedo en su descripción y conquista del Perú, en un estudio de Juan Pérez de Tudela Bueso. Sobre Pichilemu nada hay escrito en los documentos de la conquista, sin duda a causa de la escasísima población indígena que allí existía, datos que apunta José Toribio Medina en su insólito, y casi increíble, informe Pichilemu, restos arquelógicos , publicado y financiado a instancias de Agustín Ross en l908, en su intento de darle al balneario, por él creado, relieve a nivel histórico y arqueológico, factores de importancia científica que pudieran cualificar y cuantificar su empresa turística. Pero esta historia, de cuánto le pagó Ross a José Toribio Medina, la entregaremos en otra ocasión.
Hasta aquí tenemos una de las palabras claves, Lemu, que en el vocabulario mapuche hasta ahora ha significado bosque. La palabra bosque resume de por sí una parcialidad de árboles. Pichilemu debió haber sido por esos años una verdadera selva de árboles, si bien pequeños, una tremenda selva, tal vez impenetrable, totalmente virgen, agreste. Allí los primeros ocupantes encontraron un auténtico paraíso, pues como han dicho algunos historiadores respecto a Chile, ni el hombre ni sus cabras habían desforestado los bosques ni el manto verde de la naturaleza. Mal entonces que la denominación se haya reducido tan sólo a una parcialidad como indica la palabra bosque.
Nuestra opinión es que la denominación, cuando comenzó a ser escrita en papeles administrativos de la colonia, se debió dirigir a todo el conjunto por esa característica de ser pequeños o pichis los árboles ahí existentes. Este apócope, pichi, de la frase, de bosques de árboles pequeños del Conde de Lemus , es muy común, tenemos el caso ilustrativo de Santiago de Nueva Extremadura, que se redujo a Santiago; Santa María de los Buenos Aires, que quedó en Buenos Aires, y si seguimos con los apócopes de San Santiago debemos decir que Santiago significa San Jacobo, Jacobo es también Diego y Yago o Yiago y Jack. Si seguimos así no terminaríamos jamás pues en España y en nuestro continente existen cerca de 3.500 lugares con el nombre de este santo.
Lemus o Lemu, con sus variantes Lemo, Lemuz, Lemos, Lemur, en Español y Latinoamérica es en la actualidad, sobre abundante como apellido. En Argentina existen en la guía telefónica 70 Lemos, 26 Lemus y 1 Lemuz; en Quito, Ecuador: 37 Lemos, 14 Lemus; en Guatemala: 300 Lemus; en Costa Rica, San José: 8 Lemus; en Bolivia: 4 Lema y 8 Lemus; en Las Palmas de las Islas Canarias: 1 Lemu; en Caracas, Venezuela: 15 Lemos, 3 Lemur, 37 Lemus; en México: 720 Lemus; en Panamá: 300 Lemos, 11 Lemus, 1 Lemur; en Madrid: existen Lema, Lemos, Lemur, y contamos 15 Lemus; en Cataluña, Barcelona: 20 Lemos, 1 Lemur y 11 Lemus. Toribio Medina en su libro Personajes de la Colonia consigna a un Fray Luis de Lemus, que vivió en Chile, de la orden de San Agustín nacido en l620 y muerto en Madrid en l702. Francisco J. Santamaría en su Diccionario General de Americanismos tiene consignado: Lemuyana. (de Lemuy nombre de lugar. / Solanum tuberosum.) f. Nombre que en Chile se le da a una clase especial de papas de la isla de Chiloé.
Esta palabra y sus variantes como apellido, es, supuestamente, de origen vasco. Al primero que mencionan los archivos y único nobiliario es al séptimo Conde de Lemus, don Pedro Fernández de Castro (1556-1622) fue colonizador y además el autor de Historia del búho gallego con las demás aves de España . Era entonces la palabra lemus, en la época de la conquista, sólo un título de nobleza, no un apellido. Su propagación -más en latinoamérica que en España, tiene una multiplicación, por la cantidad de hijos que se quiera, hasta donde alcance la fantasía- y da los mismos dividendos, en criollos americanos, que todos los demás apellidos dejados por los conquistadores a su mestiza descendencia.

Los testaferros

Una práctica habitual de las monarquías del mundo entero, de la que no estuvo exenta la hispana, fue cobrar el famoso diezmo sobre los bienes materiales, oro, plata y cuanta mercadería se embarcaba desde el Nuevo Mundo hacia la Península, y el 10% de la tierra descubierta que pasaba a manos del cofre secreto del rey de turno. Éste nombraba testaferros y a sus nombres quedaban las tierras inscritas, esta práctica existe aun hoy día. Sabemos de muchas de las fortunas y del modo de operar de nuestra aristocracia, y que su calificativo de aristocracia, no es más que un escudo protegiendo bienes que no le pertenecen y que fueron usurpados en el pasado y con tanta astucia son conservados en el presente. Así el rey de España, con la complicidad de los históricos aristócratas, sigue dueño del 10% de la tierra de cada uno de los países de Latinoamérica.
Por secretos reales y libros ocultos, manejados por la administración monárquica, y por carencia de documentos administrativos auténticos que pudieran certificar la veracidad de la pertenencia de la tierra, a nombre del cual estaban, ante escribanos, con algunos documentos secretos inscritas las tierras, muchos nombres, los verdaderos, no figuran. Los libros registran nombres falsos. El Conde de Lemus bien pudo ser el mayor testaferro de la monarquía española -la omisión de su persona y de su historia es una constante que les cupo a muchos otros importantes jerarcas administrativos de la corona- pues su paso por el continente, de acuerdo a la descendencia dejada, está desparramada en toda nuestra geografía. Donde estuvo dejó significativas huellas. Por esta causa nos vemos en la obligación de buscar comprensión e incitar a que se continúen las investigaciones con intensidad y mucha serenidad.

Los lemures

Por ello -volviendo a nuestro dictado- agregamos que si no viniera la palabra Lemus del apellido del mencionado Conde, ni del nombre de la religión de Bálticos, Celtas y Romanos, la fonética no es mapuche, ni vasca, ni siquiera castellana, podría provenir del griego Lemnos, nombre de una isla al norte del archipiélago Egeo y por esos cambios de sonidos de los diversos pueblos la n haya desaparecido y por lenición la o convertida al latín en u . Los casos de lenición se dan con vocales y consonantes. Y también es posible que la religión de los lemures haya llegado, o salido, de esta antigua isla de la cual existen menciones hasta en ideogramas etruscos, 600 a.C., lengua que aún no ha sido descifrada.
Como nadie está exento de errores, más en lo tocante a palabras insertas en la historia antigua, todos los parentescos lingüísticos deben ser analizados profundamente y con un extremo cuidado, pues siempre existirán dudas en la medida que entramos en la oscuridad de nuestra civilización. Pensemos que desde nuestro tiempo año 2003, estamos retrocediendo a la conquista de Chile, Pedro de Valdivia, 1545; más atrás al descubrimiento 1492; a los años de las invasiones árabes en el 700 d.C.; visigodas-germanas en el 424 d. C; a las de los ilirios; Celtas 600 siglos a.C. hasta llegar a los 10.000 a. C. de la llegada de los saharianos, habitantes del norte de África, a la actual España, sur de Europa ¿o norte de África? Saharianos fueron en España los tartesos e ibéricos; en Italia los Etruscos; en Creta la civilización minoica, hasta la isla de Lemnos al norte del mar Egeo.
Empezamos desde los orígenes del mundo, del hallazgo maravilloso del lenguaje donde la ciencia que la estudia comienza por el hecho de que alguien se admire de lo cotidiano y natural, es decir, no que las cosas en general tengan un nombre fue lo que causó asombro a los hombres, sino que quisieron saber por qué llevaban precisamente ese nombre, en el caso nuestro: la palabra Pichilemu. Es de esperar que los lectores no tengan ahora la impresión de ser introducidos en un laberinto.
Mientras, nosotros nos quedamos con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas, pendiente de otras investigaciones más profundas que el tiempo y otros estudiosos puedan entregarnos.
Tenemos otra palabra, que aunque no es de un estudio inmediato, fue y ha seguido siendo consignada como de origen mapuche, nos referimos a Topocalma nombre de un cacique y otra palabra importante, el recurrido y tan mencionado nombre de poro o promaucaes: los indios de la región que enmarca a Pichilemu. Más adelante daremos breves alcances sobre estas dos palabras manejadas hasta ahora como autóctonas de la lengua mapuche.
Buscando la verdad, del ser de la palabra, nos hemos remitido a RAE y este nos dice: lémur. (Del lat. Lemúres.) Género de mamíferos cuadrúmanos, con los dientes incisivos adelante y las uñas planas, menos la del índice de las extremidades torácicas y a veces la del medio de los abdominales, que son ganchudas, y la cola muy larga. Son frugívoros y propios de Madagascar. // 2 pl. Mit.Genios tenidos generalmente por maléficos entre los romanos y etruscos. // 3. fig. Fantasmas, sombras, duendes.
Lemurias. (Del lat. N. lemuría) f. pl. Fiestas nocturnas que se celebraban en Roma durante el mes de mayo, en honor de los lémures.
La Enciclopedia Universal Sopena, como es costumbre también en los diccionarios extranjeros, en este caso españoles, repite lo mismo con otras palabras para que no aparente ser una copia textual -copias que no están ni penadas ni mal vistas-. Que todo diccionario copia a otro diccionario es una verdad a todas luces.
Los caminos paralelos en este caso no existen. Los hallazgos son accidentes, pero como dice un amigo mío, uno no los busca, ellos lo encuentran a uno. Viviendo con el ojo avizor y en busca de explicaciones bien definidas, dentro de los temas: religiones antiguas; historia antigua; lingüística-histórica-comparada; etimología de pueblos mencionados por Heródoto y Plinio el Viejo en los mapas de Ptolomeo, Marino de Tiro el fenicio y el geógrafo Estrabón, etc., sus ejemplos se juntan en lugares de estudio, solitarios en espacios no esperados, no resumidos, a veces, en grupos de familias.

Los Celtas

Ahora nos remitiremos al libro LAS RELIGIONES ANTIGUAS Vol. III . de la editorial Siglo XXI. México, Buenos Aires, l992.
Se describe a los Celtas, como una rama occidental de los pueblos indoeuropeos. Estos tomaron Europa central, según se desprende de las investigaciones, como punto de partida de una rápida expansión que alcanzó hacia el siglo X o el IX a.C. la Galia y las Islas Británicas y entre los siglos VI y V a.C. a España e Italia. Este es el momento en que los Celtas entregan a los romanos una descripción de dioses que formaban el panteón de los bálticos y de todas las regiones por ellos conquistadas. Antes los conquistadores asumían las religiones y las creencias de los vencidos, ahora pareciera que no. Los romanos se limitan posteriormente a dar una lista de todo ello traducida y condensada en teónimos latino.
Y aquí es cuando comienzan los desconciertos pues cada pueblo, con su particular fonética, le da sonidos y semantización a las palabras de acuerdo a su manera peculiar de entender los fonemas entregados en cualquiera de las formas de contacto cultural. Lo mismo en los diccionarios, en el de Sopena, el Lemus de los vascos figura como Lemos. Desgraciadamente para nosotros, el cristianismo ha borrado en su mayor parte el sentido original de los términos, con el que el nombre conservado, en estas lenguas antiguas, viene a significar las conveniencias particulares de sus intereses. Así los lemures pasaron a ser, como grupo religioso para los romanos, primero unos enanos malditos y eróticos cargados a los rituales del infierno, luego feroces y despiadados que se metían como sabandijas hasta en la piel. De ahí que la palabra, lemures, venga a significar también una pequeña garrapata, ladilla que se incrusta en lugares especiales y sensibles de la piel humana o un animal extraño provisto de garras incisivas que todo lo despeña.
Pero cuando los Celtas invadieron España muchos de ellos practicaban la religión de los lemures; del interior de sus regiones viajaban con sus recuerdos y creencias transmitidas oralmente pero aplacadas en sus costumbres y se denominaron, a sí mismo los que la practicaban, lemures; la llevaban como un culto de sus ancestros y la vinculaban, a nivel familiar, a la veneración de lares y penates. Los semitas hispanos fueron y siguen siendo seres llenos de complejos ya veremos por qué- copiaban estos nombres adjudicándoselos como patronímicos de alta alcurnia, hasta que la palabra quedó en Lemus, Lemos y las otras variantes que arriba consignamos, y el que la ostentaba pasaba por ser un descendiente de un Celta y no de africano o judío, mirados a menos, y como fue el Celta un poderoso conquistador, dominador pero a la vez un profundo civilizador, pasaron al olvido las diversas significaciones peyorativas que esta palabra entrañaba desde tantos siglos atrás.
Después los españoles practicarían lo mismo con palabras germánicas cuando los visigodos conquistaron la península allá por los años 424 d.C. -llegando a ser, hasta la invasión árabe 700 d.C.- los dueños de todo el territorio de la entonces llamada Hispania. Nunca el conquistado, por ejemplo, en este caso los habitantes de la península ibérica, cuyo territorio fue, en el neolítico, ocupado por los saharianos del norte de África; por los Celtas en el norte hasta Galicia y parte del País Vasco, hasta los Pirineos; invadida 800 años a.C. comercialmente por griegos y judíos fenicios; 200 años a.C. por los judíos cartagineses; luego por los romanos; luego por los vándalos; los ilirios, luego por los visigodos-germánicos, y posteriormente por los árabes en el 700 d.C., fueron los nombradores de su territorio sino sus invasores, aseveración que demuestra la diversidad de palabras en la Península Ibérica de origen de los pueblos antes mencionados.
La importancia de estas invasiones en la Península Ibérica es que todas estas corrientes humanas, con su diversidad de lenguas, venidas de alejados lugares geográficos, le dieron un cambio absoluto y penetraron en todos los dialectos que ahí se hablaban al punto de crearse otra lengua con el conjunto de ellas: el castellano. El castellano es una corrupción de todas y de cada una de las lenguas que llegaron con los invasores, principalmente, en cantidad, la de los romanos: el latín.
Para ratificar con significativos ejemplos diremos que la palabra España, tuvo y tiene muchas grafías: Hespania, Spania, Hispania, Spanna, Spanien y es de origen judío-fenicio y significa conejo. Que Madrid significa reunión y proviene del africano bereber; que Andalucía proviene del visigodo-germano: vándalo, al cual los árabes le añadieron el artículo al-andaluz, para terminar siendo Andalucía; Portugal es puerto de los galos, o puerto de gallos. Seguimos por el camino abierto por la lingüística-histórica casi en un punto fronterizo con lo desconocido. Esto mismo sucedió en el Nuevo Mundo, no fue el aborigen el nombrador de su toponimia, y si la tenía nombrada antes de la llegada de los conquistadores, éstos la ignoraron por que los términos no coincidían con sus conocimientos e intereses económicos por ello no le dieron importancia en lo más absoluto.
Pero a lo que hay que darle relieve y decirlo en voz alta, gritarlo tal vez para que no se registren equívocos a lo largo de todo nuestro Continente, es que el llamado indio americano conservó su lengua, conservó todas sus lenguas, que siguen creciendo, hasta el día de hoy, defendiéndola con hachas, piedras y mordiscos, aunque es lamentable que se mantengan en la actualidad bastante corroídas por el castellano y en algunos países de Latinoamérica, lastimosamente, en franca retirada. El conquistador judío-ibérico, insistimos, fue el verdadero nombrador de lo que conquistaba.
De no haber sido así, los habitantes del Nuevo Mundo serían el único caso en toda la historia de la humanidad, que siendo cruelmente vencidos, casi exterminados, no sólo conservaron sino que siguieron nombrando su territorio. Que siendo vencidos -valgan las redundancias- sus habitantes autóctonos, éstos hubieran conservado y seguido dándole nombres al territorio que habitaban, pero que ya no les pertenecía y que hoy comparten en minoría, con el rigor de la fuerza con los depredadores llegados de Europa: sus vencedores.

La palabra Pichi.

El objeto de estas páginas es proporcionar material de investigación, aunque parcial, para la supuesta etimología mapuche en la toponimia del territorio chileno, específicamente en el de Pichilemu. Ahora nos estamos remitiendo a una sola palabra, Pichilemu, lo que imposibilita una rápida, por lo breve, comprensión y aceptación de nuestra tesis, pero cuando se advierte, que no es sólo una, sino centenares los topónimos, que en el Continente Americano y en Chile, pasan por ser indígenas, comprendemos y nos acercamos a la verdad, de que son de origen africano-semita-judío e indoeuropeos e impuestos por los conquistadores por razones obvias: desconocían las lenguas de los aborígenes y desde la altura valorativa de su civilización era una vocación el menoscabo a otras culturas abajo de su nivel; la imposición de justificar todo con sus principios religiosos; la invocación de un Dios desconocido por el aborigen que no le daba lugar a obtener concesiones; seguían las costumbres de los guerreros y las civilizaciones antiguas de darle los nombres de sus dioses, de sus reyes y los suyos propios a lo conquistado; porque con los topónimos se utilizó un medio sincrético de dejar huellas y señales para que comprendieran los que venían detrás quién era el que había estado antes y confiara en que sería ayudado; y la comprensión de que la única revitalización de las lenguas, en este caso también los topónimos, proviene de la hegemonía política, del dominio tecnológico y capacidad renovadora que eso lleva consigo. Todo esto los conquistadores judíos-ibéricos, llamados en común españoles, lo pusieron en práctica en el Nuevo Mundo.
En casi todos los topónimos definidos en Chile como indígenas se repiten con frecuencia fenómenos idénticos o similares. Lo difícil son los casos aislados al margen de fichas familiares y que no reiteran hechos lingüísticos notables en las primeras apreciaciones, sino que sobresalen en virtud del aislamiento, pero a veces, por el mismo aislamiento, algunas palabras ofrecen al estudioso un caudal de datos recuperables por semejanza o a veces por mera intuición, técnica nunca despreciable cuando es mucho lo que se ha comparado, estudiado y leído.
Pichi es un término que en todos los idiomas indoeuropeos significa pequeño. La raíz PIK, PICK o PIT debe de haber resultado, en el génesis de las lenguas, expresiva de la idea de pequeñez y ha dado lugar a piccuinnu, español: pequeño; portugues: pequeño y PETTITTUS francés, catalán. Y provenzal, PETIT, que dió al argentino PETIZO, a las postemillas pique, y a los pequeños árboles de los bosques de Pichilemu y de otras zonas de Chile, nunca se ha dicho de qué especie, pichi,
Del latín tenemos: pisinnus, que nos acerca también a pequeño, pero advertimos la pitis y pikes y pischi que va a dar a picha, la que llega en Chile a pichula, que es el pene que también está en la familia de las deformaciones fonéticas por que significa algo que pende . De ahí que cuando las mamacitas le toman a su pequeño hijo la cosita pequeña que cuelga -en un principio la religión prohibía dar el nombre propio a todo aquello que pudiera ser pecaminoso- y le piden al niño que haga una pequeña orinadita, le dicen ¡pipí! o ¡pichí, pichí!, ¡un poco, poquito; pequeño, pequeñito! Así todo lo poco es pichi hasta a la persona que es baja de estatura, y a los niños, se les dice en Italia pichi; en Chile a las personas de baja estatura se les dice chicos, que en definitiva también es pichi. Las madres son las primeras nombradoras, las transmisoras de las palabras hasta llegar a entregar la lengua, la primera de los niños, y cuando sus hijos comienzan a moverse comentan que hacen pininos en donde también encontramos la raíz pi. Las madres mapuches orgullosas de las deferencias que el conquistador tenía con ella, por ser madre de un hijo suyo, se esmeraban en educar al niño a semejanza de su padre entregándole como primera propiedad las palabras de una nueva lengua que ella misma estaba aprendiendo. Comprendemos en lo dicho el caso del cacique Lautaro, a quien tanto le sirvió el hablar castellano para entender la sicología de los conquistadores, según nos afirma en La Araucana, el tan elogiado don Alonso de Ercilla y Zúñiga.
El padre alemán Ernesto Wilhelm de Moesbach en su libro: Voz de Arauco nos entrega 22 palabras que tienen la raíz pichi.
Quien nos señala mayor cantidad de palabras con la raíz Pi es Rodolfo Lenz en su Diccionario Etimológico de las voces chilenas derivadas de Lenguas Indígenas Americanas , Universidad de Chile, Seminario de Filología Hispánica, l977. Son 92 términos entre los que incluye picunche,-I.m.-el indio chileno del norte; en tiempos de la conquista eran los del Centro del país, más tarde los que quedaban al norte del Bíobío, hoi son los collipulli i alrededor, cp, huilliche , mapuche , etc. / 2. adj. Lo que refiere a esos indios; su dialecto, etc. Variante: picón, jen. Plur. Picones , y los hace derivar de escritos de Oviedo IV 268, de Barros Arana I 187, Medina 90, Ercilla. Esta inclusión de Alonso de Ercilla es por la Araucana y bien sabemos que este poeta recibió palabras y nombres de los más viejos conquistadores en los que se basó para la casi completa transcripción de los nombres indígenas araucanos para completar su famoso libro. El inicio de todo esto, insistimos, los conquistadores debieron haberlo aprendido por vía oral iniciado por el tan mencionado mapa topográfico del padre Gregorio Molina el Almagrista.
Acercándonos aun más, Rodolfo Lenz anota en 1064. Píchi, m.-n. vulg. De armadillo, según MOLINA Dasypus quadricinctus. En la edición castellana de MOLINA 474 se dice los picos . No sé si el nombre pichi se usa en alguna parte. ETIMOLOJIA: Es posible que sea un nombre indio. II. Píchi, m. según Carvallo 25 es otro nombre vulg. Del pajarito loica Sturnella militaris. ETIMOLOJIA: Hai una palabra mapuche, Febrés, pichi- poco, cosa poca i pequeña, chiquita de la cual podría venir el nombre; pero es más probable que sea un sinónimo, tal vez por el grito , etc., hasta aquí Lenz.

El padre Cristóbal de Molina el Almagrista.
Obra conocida: Conquista y Población del Pirú; Fundación de algunos pueblos; Relación de muchas cosas acaecidas en el Pirú .

El padre Cristóbal de Molina, El Almagrista, fue el primer cronista de nuestra historia. Vino a Chile con Diego de Almagro, junto a otros religiosos: Antonio de Almarza, el Licenciado Guerrero, Rodrigo Pérez, y el Presbítero Bartolomé de Segovia, todos ellos mercedarios.
Que la raíz pic deriva de un sonido indoeuropeo, donde tiene el mismo sentido y las mismas derivaciones de lo pequeño, no nos cabe duda. Nos basta con repasar a Francisco Santa María en su Diccionario General de americanismos para ampliar nuestro conocimiento sobre dicho vocablo. Ésta es la razón que se encuentre desde México hasta el Perú, en variados vegetales, árboles, plantas, animales, insectos, indios, etc. Y todos con la característica de pequeñas cosas o pequeños seres. Con la ampliación de la conquista, de norte a sur, fue generosamente desparramada a los últimos confines hasta llegar finalmente a Chile.
Mi versión es que la palabra PICHILEMU contiene dos vocablos de origen indoeuropeo, pues Lemur, Lemus o Lemnos, proviene de los bálticos a través de los Celtas que eran indoeuropeos y pichi es una deformación del latín, por igual indoeuropeo, PISINNUN con la raíz PIK o PIT, palabras registradas desde hace mucho tiempo, miles de años, y por los lingüistas y gramáticos, desde antes del descubrimiento de América. Esto llevado a la toponimia no nos resulta extraño considerando que de los ibéricos, que llegaron a nuestro continente, la mayoría no sabía leer ni escribir. Eran soldados, agricultores y artesanos que sólo codiciaban los metales preciosos e ignoraban el significado incluso de lo que nombraban, pues el nombrador, compañero de conquistas y aventuras, había sido, tal vez, de otra región del sur de la hispania, en donde el habitante de un pueblo no entendía el dialecto del habitante de otro pueblo, aunque fuera cercano, por la inmensa diversidad de dialectos existentes por entonces en la Península Ibérica. Así los Adelantados, Conquistadores y Encomenderos -todos con mayúsculas- sin entenderse ni siquiera entre ellos, las denominaciones toponímicas, por uno de ellos colocadas, por ignorancia se las adjudicaban a la lengua de los indígenas y muchas otras veces con propósitos, a sabiendas la mayoría, llenas de un malvado sincretismo.
Por tanto afirmamos que la palabra Pichilemu no es de origen indígena. Digo claramente, de los indios que habitaron y aun habitan nuestro territorio, y que ahora son nombrados como mapuches chilenos, y repito que estos indios incorporaron la palabra de los conquistadores, como tantas otras a su lenguaje donde permanece y de donde es extraída como legítima por los estudiosos de su historia, de su lengua y sus costumbres.
Hacemos nuestras las palabras de Luis Enrique Délano cuando dice que los que sufrimos a Chile, lo sentimos y lo admiramos como un país grandioso y entrañable.
Lo sentimos como elemento natural a la vida de todos los pueblos del mundo, y sabemos muy bien que lo complejo de su extraordinaria vida, que lo disímil de su densa existencia, que lo soterrado de sus grandes poderes espirituales, no puede someterse al capricho de un cúmulo de páginas más o menos simpáticas, más o menos bien intencionadas, más o menos cordiales de información, de crónica o historia cariñosa, tan sólo para agradar. Por esto y mucho más es el afán de penetrar y desentrañar, ahora podemos hacerlo sólo en parte, los misterios de la etimología de nuestra toponimia. También que no olvidamos que con sólo el conocimiento lingüístico -necesitamos a la historia, a la arqueología y a las nuevas técnicas del estudio de la genética comparada- no es posible acceder a los secretos de las viejas costumbres de las lenguas inmersas en una pegajosa y abigarrada telaraña de contracciones, hiatos, lexicográficas, y que se puede fracasar, risueñamente, por falta de una metodología adecuada. Pero volvamos al centro de nuestro tema.
El verdadero nombrador del territorio chileno, desde Copiapó hasta el Maule, fue el cura Cristóbal de Molina, como apuntamos arriba, que llegó con Almagro el descubridor, que además de músico era el topógrafo oficial de la primera invasión al territorio que nombraron Chile. Después acompañó en la segunda expedición al analfabeto Pedro de Valdivia, a quien le escribía, hasta las cartas otro nombrador, aunque menor, Juan de Cardeña o Cárdenas.
Cristóbal de Molina levantó un mapa de todo el territorio desde Copiapó hasta la orilla norte del río Maule. Por este trabajo el cura alegó ante el rey que sus favores hacia la corona habían sido importantes y se merecía algunas atenciones por su vejez y delicado estado de salud. Nunca se ha encontrado este mapa, aunque el historiador Barros Arana, da pistas de quién lo tiene en España en los archivos secretos de libros sobre los primeros cronistas del descubrimiento y la conquista. El libro permanece oculto. Con el desciframiento del mapa de Cristóbal de Molina, sabríamos la etimología verdadera de casi todos nuestros topónimos y nos animaría a darle veracidad y verdadera credibilidad a todos los existentes en el Continente Americano. Comprendemos las razones de su peligrosidad si se publicara algún día. Para mayor abundamiento sobre este tema remito al lector a Luis Enrique Délano en su escrito: Mapas de Chile , inserto en el libro Autorretrato de Chile de la editorial Zig-Zag. 1957. Santiago de Chile.
El topónimo Pichilemu, según consigna Juan Marcelo Mella Polanco en su libro Historia Urbana de Pichilemu, origen y crecimiento , como designación de lugar con población relativamente estable, sólo aparece en un informe de l872 del capitán de corbeta Francisco Vidal Gormaz, respondiendo a órdenes de Aníbal Pinto, Ministro de Guerra y Marina del Presidente Errázurriz Zañartu, que le había encomendado el reconocimiento de la costa de Colchagua.




Topocalma y Poro-Promaucaes

Para terminar nos falta dar dos últimos ejemplos de la toponimia pichilemina. Uno de índole muy claro en su comprensión, el nombre del cacique Topocalma, donde encontramos, del griego topo: topografía, y calma que no necesita explicación. El otro, con un contenido sincrético y de oscura comprensión, es la palabra con que se designó a los aborígenes del territorio pichilemino. Con muchas variantes lo escribieron los recopiladores y gramáticos, alemanes y chilenos, de la lengua indígena mapuche: poromoacaes, purumauscaes, poromaucaes, promascaes, promaucá, promocaes, promaucaes. Poro o pro es un pronombre griego y maus, en germano, significa ratón; en latín caes es caecus, -a, um (ant. Irl. Caech; got. Hails; sánscr. Kékarah), adj., ciego; invidente, que no ve: ratón ciego, se explica: murciélago por que peleaban atacando de noche. En definitiva fue el cura veedor y topógrafo real Cristóbal de Molina, quien sincréticamente, burlona y despreciativamente, o por orden superior, nombró a los habitantes del territorio chileno: mapache una variante de perro salvaje en lengua vasca, dió mapuche; reitero, murciélagos a los promaucaes por su costumbre de pelear de noche; a los chillanes por atacar chillando; a los maulinos maul, que significa hocico, las fauces de un perro rabioso, y es palabra de origen germano, porque peleaban a los mordiscones. Maule, dió derivaciones en todas las formas gramaticales: al río, a la comarca y a toda la gente de la región. Este nombre es un topónimo en España, es el de un pueblo del norte, vasco, y es por las mismas razones antes expuestas, copia de una palabra despreciativa, aun hoy día, en el habla común germana, sin saber los vascos su explicación copiaron el vocablo, tan sólo porque lo empleaban los fuertes y nobles señores que los conquistaron. Hasta en Inglaterra existe un noble de hocico trompudo: Lord Maule.
Este caso se repite entre todos los pueblos vencidos y conquistados: en Uruguay los indios churruas y en Argentina los chacos son en vasco nombres del chacal, un perro salvaje; en Bolivia los haymaras, haymarás, aimaras, guaimarás, etc., es el nombre de un perro cazador alemán, el Weimaraner, pronunciado la doble w como gua costumbre inglesa y española, en Inglaterra es el Deutscher Kurzhaar Pointer.
Otro caso entretenido es el nombre de la iguana ese animal espantoso que vieron los conquistadores desde el primer viaje de Colón. Les pareció serpiente o dragón, a un tiempo terrestre y acuático; pero bien pronto vieron que era inofensivo y que su carne era comible y sabrosa.
El nombre que le pusieron fue el de Yuana, o sea Juana en ortografía moderna que por la pronunciación tanto de los nativos como los de -¡vaya a saber de qué región de la península eran los otros ibéricos!- dio iguana, en forma definitiva como conocemos en la actualidad a este gracioso animalito; lo que fue gran desacato, si en ese ser de apariencia horrible y de majestad ridícula, quisieron recordar a la reina doña Juana, sobrenombrada la Loca, a quien de nada le sirvió su boato regio.
Con la mayoría de los incultos y despreciativos ibéricos pasó lo mismo en repetidas ocasiones en que tuvieron el poder de decidir el nombre de una tribu, de una lengua, territorio, seres animales o vegetales. Por ejemplo: en el norte de Chile existió el grupo de los Diaguita también catalogados por Antonio Tovar como Calchaquí. Diaguitas no es más que el nombre del conquistador Diego de Almagro, estos indios le pertenecieron al turnio , o bizco , como era llamado Almagro, por derecho de conquista; y Calchaquí no es más que Karl en germano, Carlos en castellano; y chaquí, en vasco el perro salvaje, el mismo que apuntamos como chaqueño: los perros de Carlos V.
Los ibéricos prolongaron, con abuso, la costumbre de bautizar con nombres arbitrarios, y con frecuencia ofensivos, a las agrupaciones indígenas que encontraban en Centro América: los Motilones, que significa los pelados; los Comemocos, los Orejones, los Corcovados, los Pampanillas, los Pintados, los Tiznados, los Alcoholados, los Cocinas, los Salivas, los Mosquitos, los Comechingoles en el sur, los Sacamecas en Venezuela, etc., etc. Así no nos sorprende encontrar en Chile la variedad de nombres despectivos que arriba hemos anotado.
Como último ejemplo. El ejercito chileno creó un regimiento ubicado en Buín, estación por la que pasaba el tren que iba a Pichilemu. Buín es el nombre de un perro famoso: Windhund, la w pronunciada como b , o guin la traducción literal nos da viento-perro, y es el nombre del mejor perro cazador de zorros, conejos y liebres. A los indios de la región de Buin les llamaban cazadores de liebres porque eran como el viento de rápidos para la caza, la misma imagen que han tenido de sí los militares del nombrado regimiento. Ampliando el análisis: a la W germana los españoles le dieron el sonido de b , v y de gua-e-i-o-u, por lo que Buín nos suena igual Guin.
Añadimos ya sin sorpresas que la mayoría de los confeccionadores de diccionarios mapuche fueron alemanes: p. Félix José de Augusta; p. Bernardo Havestandt; Walterio Meyer Rusca; p. Ernesto Wilhelm de Meosbach; Rodolfo R. Schuller; Wilhelm Koppers; M. Gusinde y el más proficuo Rodolfo Lenz. Los de origen español han sido pocos y sus obras han alcanzado menor difusión que los nombrados. El interés por los misioneros alemanes que vinieron al territorio chileno, desde la conquista, alcanzó notoriedad en l906, por la difusión de la Revista Internacional de Etnografía y Lingüística que publicaba un tomo por año de más de mil páginas dirigida por Wilhelm Schmidt.

Carlos V los Fúcares y los Bélzares.

¿Por qué tenemos, en nuestras lenguas indígenas, términos germanos, latinos y griegos que separados designan un objeto no emparentado y con la unión de dos o tres de sus palabras, siendo ellas de distintas lenguas, nombran otra cosa, cuando en cada una de sus lenguas tienen definido muy claramente su significado como es el caso de los primogénitos aborígenes de Pichilemu: pro-mau-caes?
Brevemente. Porque el territorio actual de Chile, el rey Carlos V, se lo vendió a la banca del judío alemán Jacobo Fuger, llamado por los españoles Fúcares, a quien le debía mucho dinero por los préstamos otorgados por el banquero, con los que él como rey financiaba sus continuas guerras. Y se planeó entre el rey Carlos V y Jacobo Fuger, en 1530, actuando de albacea el alemán Vido Herll, una capitulación para el descubrimiento de las islas y tierras que hay desde el Estrecho de Magallanes hasta Chincha en el Perú , y llevar colonizadores germanos a esta nueva región.
Por ello los nombradores, casi todos sacerdotes, que eran veedores del rey y a la vez improvisados topógrafos como el padre Cristóbal de Molina, manejaban diccionarios de palabras germánicas, lengua que no conocían y que al pronunciarla o escribirla deformaban su fonética de tal manera que su estudio y comprensión hoy día es sumamente complicado, pero que un requisito impuesto por célula real los obligaba a manejar, así mismo otros diccionarios de lengua griega y latina. Ésta última sí la hablaban, la escribían y la leían sin duda todos los eclesiásticos que vinieron al Nuevo Mundo.
Para mayor comprensión. La misma banca de los Fúcares había financiado la conquista de la actual isla de Santo Domingo para colonizarla con alemanes pero tuvo un rotundo fracaso. Posteriormente la banca judía alemana de los Welser, llamada por los hispanos Bélzares, recibió, por los mismos motivos, el endeudamiento del rey ante sus créditos impagables, el actual territorio de Venezuela, con el mismo desastroso final. En esta empresa de Venezuela, el hijo del banquero germano Welzer, fue ajusticiado de forma que aun hoy en día la sola mención de su muerte es terrorífica.
En un nuevo intento colonizador el banquero Fuger financió la conquista del Perú, emprendida por Pizarro y Almagro, en cuyo contrato el nombrado cura Luque, el loco , fue tan sólo un palo blanco, siendo a la sombra, el verdadero testaferro de Fuger, el Licenciado Espinosa, que murió en el Perú mientras gestionaba uno más de los pagos de esta deuda con los conquistadores Pizarro y Almagro. En las mismas condiciones, entre el rey Carlos V y Fuger, realizó Almagro el descubrimiento y después Valdivia la conquista del territorio chileno. Pero en medio de la temeraria empresa, al poco tiempo, el banquero Fuger, ¿olió desde lejos la fiereza de los araucanos?, desistió de ser colonizador dejando a Valdivia y a todos sus compañeros cesantes. De ahí nacen las quejas del cura C. de Molina y de don Pedro en sus cartas escritas, para éste último por Cárdenas, al rey solicitándole favores por tantos servicios prestados, que no beneficiaban ya al empresario sino al propio rey. Estos datos están consignados por José Toribio Medina en la Colección de documentos Inéditos para la Historia de Chile l518-l818, página 221, tomo III, de la Imprenta Ercilla, l889, tomados por nuestro fecundo historiador y polígrafo del Archivo de Indias, Patronato 1-2 1/28.
Epílogo.

Con cientos de otros topónimos ocurrió lo mismo, empezando por la palabra Chile, que tiene, según José Toribio Medina, 4 ó 5 denominaciones: otro misterio que pronto intentaremos revelar. Después el sabio chileno, me refiero a todos los nuestros, siguió en la misma operación:
repetir, sin indagar en las diversos dialectos que tenía cada uno de los diversos pueblos de donde procedían los conquistadores; y así, ellos, nuestros sabios, se encargaron de rematar la comprensión del indio que boquiabierto escuchaba topónimos, supuestamente de su lengua, sin comprenderlos y los aceptaba todos, siempre que fueran acompañados, en este caso los topónimos y otras bárbaras acciones de despojo, de un buen trago de cualquier alcohol que con tal que embriagara ya era regocijante y hacía bajar las lanzas; y a todo lo demás, de carácter débil y de difícil comprensión, no le opuso el indio resistencia. Mientras no le quitaran su preciada tierra, se avino y se acostumbró a nombrar su habitat con topónimos extraños, recién llegados a su oído y a su propio territorio -al recién descubierto y conquistado territorio chileno- de el que diría posteriormente la historia: Chile les pertenecía desde tiempos inmemoriales y fueron ellos, los indios mapuches, los nombradores de todo cuanto existía en la larga y angosta faja de tierra que conforma a éste, nuestro país llamado Chile, palabra cuya significación, a ciencia cierta, tampoco hemos sabido, ni nadie sabe hasta ahora como explicarla. Aunque confiamos que un día, no muy lejano, daremos pruebas de su verdadera significación.
No obstante el nombre Chile y su hermoso sonido, ¡Chile, Chile!, mientras esté dentro de Pi-chile-mu, lo seguiremos considerando una hermosísima, elocuente, admirable y amada palabra.

lunes, 9 de julio de 2007

LOS ABORIGENES DE LA COSTA

Hace algunos años atrás publiqué en El Pichilemu unas notas sobre los denominados “Promaucaes”,teniendo en cuenta una amplia bibliografía. En mi opinión el aspecto más claro sobre ese término, independientemente de la grafía, es su origen exógeno, fue impuesto a diversos grupos de pobladores originarios y a su territorio por los invasores Incas, en primer lugar y luego, por los Hispanos. Desde ya descartaba que los propios aborígenes se autodenominaran de ese modo. La denominación que se daban así mismos es “Picunches” o “Picones”, esto en acuerdo con la concepción cosmográfica “Mapuche”.
La exploración del tema no esta agotada y continúo revisando estudios cada vez más exigentes y rigurosos. En ese afán, tuve el agrado de conocer a la historiadora Viviana Manriquez, quien a trabajado junto a varias y distinguidas profesionales, los asentamientos humanos de Chile central y específicamente a aquellos que ocuparon el territorio llamado de Los Promaucaes. La tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, en la Pontificia Universidad Católica de Chile, tiene por título PURUM AUCCA, Promaucaes. De “no conquistados enemigos” a indios en tierras de Puro, Rapel Topocalma. Siglos XVI-XVII.
Este acucioso y extenso trabajo de investigación, sobre los naturales costinos, esta basado en documentación de Archivos, de los cuales el de la Orden de Santo Domingo es el más destacable, por la època y por contener materias sobre derechos a “cacicazgo”, litigios sobre tierras, donde los aborígenes declaran, dan testimonio, denominan y entregan su concepción del espacio y su organización. Viviana Manriquez tuvo la gentileza de compartir su conocimiento y su Tesis, además de otros estudios, tanto propios, como de sus colegas y de los cuales, hoy, mostraré la Conclusión de su Tesis, que espero tengan en cuenta y sirva a los inquietos del tema.

Promaucaes, de Viviana Manríquez


Waman Poma de Ayala


Waman Poma de Ayala


conclusiones de Viviana Manríquez


conclusiones de V. Manríquez


conclusiones de V.Manríquez


fin conclusiones de V.Manríquez


miércoles, 20 de junio de 2007

TUNEL EL ARBOL

Hace algunos meses recibí una petición en orden a colaborar con información relacionada con los Monumentos Nacionales y Zona Típica declarados que existen en la comuna de Pichilemu. Entre los antecedentes que poseo y que no estaban publicados, había una vieja crónica de don Antonio de Petrel sobre el Túnel el Arbol que tenía para el siguiente número del periódico El Pichilemu, éste, nunca más pudo ser en su soporte gráfico. Más adelante ha continuado como un periódico virtual y la mencionada crónica quedó olvidada en el fondo de una gaveta, invisible a mi afanosa busqueda de principios de este año.
Como suele ocurrir, un día cualquiera que se busca otra cosa, aparece. Si bien pude reconstruir la información para satisfacer, en parte, la solicitud de mi amigo, hoy quiero compartir,la vieja crónica, con el Blog.
El banquete al Presidente de la República
En el túnel El Arbol.
UD. SABE QUE....El ingeniero, señor José Pedro Alessandri, contratista de el túnel "El Arbol", cursó la siguiente invitación para el día domingo 15 de mayo de 1904:"Al señor........... para acompañar a S.E. el Presidente de la República, quién presenciará la apertura del espresado túnel el domingo 15 del presente mes."
Entre los invitados que recibieron esta esquela figuran: senadores, diputados, ministros, ingenieros distinguidos, ex-ministros y miembros de la prensa.
El tren que conducirá a la comitiva saldrá de Estación Central de los ferrocarriles del estado, a las 7 1/2 A.M. del día indicado.
En esta fiesta industrial se servirá un "Lunch" a los invitados. Según el menú, este consiste en:
Menú.
Hors d`o euvres
Canapé de Caviar
Anchois, jambón, saucisson
Olive farcie
Páte truffée de foie gras
Entrées
Veau sauce tonnée
Galantine de volaille en Belleveu
Dindonncau á l`Italienne
Roti
Mouton á la compagnarde
Salade Russe
Desserts
Budin á l`Anglaise
Fruits assortis
Té- Café
Vins
Bordeaux Blanc
Bordeaux Rouge
Biére
Champagne
Dry Monopole
Este Menú fue impreso en frances, según el uso de la época.
El Arbol, túnel ferrocarrilero, situado en el kilómetro 92,875 del ramal de San Fernando a Pichilemu, cuyas dimensiones son: ancho 5.98, altura 4.49 y largo 1.975 metros.
El más largo túnel de Chile, en su momento.
Los primeros estudios para un anteproyecto de ferrocarril entre Alcones y Pichilemu fueron contratados por el gobierno, el año 1897, con el ingeniero don Domingo Víctor Santa María. Los estudios definitivos fueron hechos por el ingeniero de la Dirección de Obras Públicas, don Ascencio Astorquiza. Tomando como base el anteproyecto de Santa María.
Más tarde el inspector general de ferrocarriles de aquella época, señor Eleazar Lezaeta, estimó que, por tratarse de una obra de gran importancia, era conveniente rectificar los cáculos y operaciones del terreno realizado por el ingeniero señor Astorquiza, y al efecto designó una comisión compuesta por los ingenieros, señores Eduardo Barriga, Carlos del Campo y Juan Taulis, quienes efectuaron dichas verificaciones.
A mediados de 1900 se pidieron propuestas públicas para la construcción del túnel sobre las bases formuladas por el inspector general señor Lezaeta.
Las propuestas fueron abiertas el 31 de agosto, adjudicándose el contrato el señor José Pedro Alessandri. Quién inició los trabajos el 3 de diciembre de 1900.
Fue necesario construir un camino de acceso a la boca oriente. Un campamento con habitaciones para administración, para obreros, proveedurías, bodegas para materiales y herramientas. Las casas para la inspección y policías, se construyeron de cargo del fisco.
A cada extremo del túnel se instaló una compresora de aire Phenix con sus respectivos motores a vapor, con una potencia de 30 HP. cada uno, para hacer funcionar hasta cinco perforadoras New-Ingersol. El explosivo fue la dinamita de las marcas: Elefante, Sol y Nobel.
Para las mezclas se empleó cemento Portland de las marcas: Alsen, White Brothers, Dos Américas, Hércules y Hemmor.
La arena fue extraída del Estero de San Miguel y de la Quebrada de la Parrilla. El agua, de la vertiente de El Arbol.
Los postes de maderas, de roble de la Frontera y se usó álamo para las cerchas.
Durante transcurso de las obras se produjeron varios derrumbes, por los cuales fue necesario realizar algunas modificaciones para fortificar la estructura del túnel.
El avance promedio de la obra fue de 0,93 metros.
La inspección técnica desde el inicio hasta marzo de 1902 estuvo a cargo de don Ascencio Astorquiza, desde esa fecha hasta febrero de 1905 a cargo de don Alejandro Guzmán y desde entonces, hasta el término de la obra a cargo de don Carlos de la Mahotiére.
La nivelación definitiva fue hecha por el ingeniero ayudante de esa época, don Alberto Decombe y el nivelador José A. Campo.
Son las 7 3/4 A.M. del domingo 15, el tren que conduce a los invitados del señor Alessandri, está en marcha. A las 9 A.M. tocó la estación de Rancagua, Ahí los esperan una delegación de autoridades y de alumnos del Liceo en traje militar y por el Orfeón Municipal que entonaba el himno nacional.
A las 10 1/2 se detuvo el tren en San Fernando donde los viajeros fueron invitados por el señor Alessandri a un almuerzo en el Hotel. Más tarde, al paso de la estación de Peralillo hubo una agradable manifestación de los habitantes, quienes salieron a saludar a los viajeros con banderas chilenas, insignias, guirnaldas y un arco de triunfo hermozamente adornado de flores y ramas verdes.
Poco despues de la 1 P.M. arribó el tren al túnel de "La Viña", para transbordar a los carruajes y caballos, continuando en estos medios hasta la boca oriente del túnel. Casi una hora más de viaje y yá se encuentran internándose, instalados en los carros Decauville, usados para el transporte de materiales, los que fueron acondicionados para las visitas.
En medio de las obras, el contratista accionó una máquina perforadora comunicando ambas galerías de avance ante el júbilo y asombro de los invitados. La impresionante obra de ingeniería, presentó una desviación de tan solo 3 centímetros en sentido horizontal y 10 centímetros en sentido vertical. En este momento ambas galerías están conectadas y se puede apreciar a distancia, sus "diminutas" bocas.
A las 3 1/2 P.M. se sirvió un espléndido banquete en un lugar vecino al túnel preparado para la ocación con sencillez y elegancia. El servicio de la mesa, en la cual tomaron colocación alrededor de 150 personas, fue correcto. La animación no decalló en ningún momento, todos estan gratamente impresionados por la amabilidad del anfitrión.
Entre los comensales se encuentran don Arturo Alessandri, Ascencio Astorquiza, Luis Claro Solar, Juan Miguel Dávila, Agustín Echeñique, José Domingo Fuenzalida, Ignacio Infante, José Domingo Jaramillo, Emilio Orrego Luco, Ismael Valdés Vergara y tantos otros.
S.E. el Presindente de la República escusó su inasistencia por medio de esta esquela.
Santiago, 14 de mayo de 1904.-
Señor Don José Pedro Alessandri.
Presente.
Mui estimado amigo:
Habíamos convenido con el Ministro de Guerra en ir a la inauguración del túnel; pero a última hora, a las once, corre la necesidad de quedarse por la negociación pendiente sobre buques, para algo que no admite retardo y hay que hacer mañana.
Así sintiéndolo mucho, ni él ni yo lo acompañeremos, a pesar de que teníamos deseos de hacerlo.
Su afectísimo amigo.
Jermán Riesco.
Con los primeros descorches de champagne Dry Monopole, don José P. Alessandri dió inicio a una serie de discursos para la ocación. En el que, en su culminación, encomió la eficiente tarea realizada por el ingeniero jefe señor don Alejandro Guzmán (colchaguino de origen) a quién se le hizo entrega de una medalla de oro por sus méritos, según la costumbre. La que le fue impuesta por el señor Alejandro Bertrand, en un acto de gran solemnidad, coronado por los aplausos de la concurrencia.
Prosigió el acto con el discurso del diputado por la provincia de Colchagua señor Ismael Valdés Valdés. En el que destacó la gran importancia de esta obra, en el curso del ferrocarril al puerto de Pichilemu, para las ilimitadas espectativas de progreso para la provincia y el país, al facilitar la salida de las riquezas de la zona a los mercados del norte de Chile y al extranjero.
Siguieron en el uso de la palabra los señores Amable Freire, Intendente de Colchagua; Alejandro Bertrand, director de Obras Públicas; Guillermo Pinto Aguero, Carlos Silva Vildósola de "El Mercurio" y Salvador Nicosia del "Imparcial"
A las 6 de la tarde el tren inició el viaje de regreso a la capital. Nuevamente, en el Hotel de la estación de San Fernando se ofreció una comida a los invitados. Se llegó a las 12 1/2 de la noche a Santiago.

domingo, 3 de junio de 2007

Llanca y los Llancas...etimología

Como nos comprometimos a establecer un intercambio de impresiones sobre distintos tópicos vinculados con nuestra patria chica, hoy disponemos de una especial contribución de nuestro amigo Jorge Aravena Llanca sobre la etimología de su apellido materno, de modo que lo publicamos en extenso.

Etimología de la palabra Llanca

La palabra llanca en Chile siempre se la ha considerado, tajante y sin lugar a dudas, como de origen mapuche. Existe con mucho éxito y es ampliamente conocida en Cahuil como un abundante apellido de numerosas familias oriundas del lugar. Cahuil es conocido bastante más por esos Llancas que se han repartido por todo Pichilemu y desde, no hace muchos años, por todo Chile.
Todos los diccionarios repiten: llanca: (del map.: llanka = piedras verdes) material de cobre de color aulino. 2) Piedras gemas de distintos colores perforadas que servían de colgantes y para pagar deudas. /...es prefijo de muchos topónimos y apellidos compuestos como: Llanca, Lanca, Yanka, Llancabure, Llancaqueo, Yancavore, Llancacura, Llancache, Llancaguerrai, Llancaman, Llancar, Llanquihue etc., etc. Esteban Erize, etimólogo argentino dice: según Malaret la voz es quechua o aymará; Pablo Groeber escribe, llanca: una chaquira grande, verde que servían, entre los indios, para pagar sus delitos. El padre Moesbach y Meyer Rusca la entregan como llangca. Fray Félix José de Augusta la nombra, llanka / una chaquira, etc. El diccionario castellano Kechwa de Perroud y Chouvenc nos da variantes como llanka = como llanja; llanja. 1.- Greda, tierra pegajosa, barro para hacer olla, mezcla; otra variante, que veremos más adelante, Llanke = Sandalia de indígena, llanki: ojota, sejoi, usuta, chaqlla. Llanki = llanke, cambio de cosas pequeñas; mejor es Yanki = cosa menuda que cambian por otra igualmente de poco valor.
Como siempre Rodolfo Lenz es el más abundante: llánca. F.- mineral de cobre verde azulejo, etc., / servían para pagar delitos. Y agrega entre medio: según Nájera, son sartas de piedras brutas, no transparentes que se ponen los indios en los sombreros. /Son piedras verdes i negras, variadas con vetas de uno u otro color que estiman más que los diamantes i esmeraldas de que no hacen caso , etc., etc. Es nombrada esta palabra por Valdivia, Fabrés, Ovalle, Rosales, Bascuñán, y otros mapuchistas.
El sonido de la palabra llanca en Europa tiene dos direcciones de propagación, proviene del hebreo que dentro del latín se difundió ampliamente por las regiones romanizadas, hacia occidente: Italia, Francia, España, Portugal y Cataluña como un sustantivo, en Alemania es un nombre y un difundido patronímico.
Empezando por su definición en latín tenemos que: lancéa,-ae (acaso de origen celta), f., lanza, pica //fig.) lanzada; inquietud, susto grande. En vasco encontramos tan sólo Lantzari = lancero, armado de lanza. Con la Y de sonido similar a ll, Yankitar = yanqui, anglo-americano.
En Polonia, Ucrania, Rumania y otros países cercanos la palabra llanca tiene invariablemente dos sonidos inicales una con J y la otra con Y, ambas letras suenan igual que nuestra doble ll. Así Yanka en los países nombrados es Juanita, Yanko Juancito y Yanki es Juanucho. Estas formas corresponden al semítico, propiamente al hebreo bíblico, lo mismo que las formas difundidas por el cristianismo como: Jahn, forma al lado de Jan, del holandés-alemán Johannes, que tiene además otras formas, Jahn, Jann, Janpeter; Janek, Yanka, Yanko (Polonia); Janik (Dinamarca): Jannis, Jano, Janka-o (Ungaria). Jana forma de Johanna, tiene otras formas: Janna; Janne; Janika (Bulgaria); Janina (Polonia); Janita (Eslovaquia): Janka (Rusia, Bulgaria, Ungaria). En todas estas formas, repetimos, la J, suena Y, y ambas como nuestra doble ll.
En alemán la forma Hans da el conocido Johannes, Jens, Jahn, todas las J sonando como doble ll. En ruso Ivan es la forma de Johannes, nuestro Juan, con otra variante: Iwan e Ivanka con sus respectivos femeninos. Esta forma de Juan, Iván, Yanka, Hans, todas tienen el mismo prefijo, la misma raíz. En Europa nos lleva la búsqueda de la palabra al antiguo testamente, pero antes veremos la forma laica del mismo que encontramos en el LIBRO DE LA TRADICION de Abraham Ibn Daud, de Riopiedras Ediciones, Barcelona, l990. Este curiosísimo libro fue escrito entre los años 1110-1180, tiempo en que vivió el autor. Es la historia, rabinos en nuestro tiempo, de los nobles y sabios judíos de las generaciones precedentes a la suya propia -desde Adán hasta la construcción del primer templo- que tenían la tarea de conservar las tradiciones israelitas: cronología; registro de personas; lengua y la ascendencia social de cada judío dentro del marco religioso. El texto fue escrito en árabe y, posteriormente, fue traducido al hebreo en dos ocasiones la primera en l392. Ibn Daud nos da un sinnúmero de palabras, nombres y patronímicos. Tomamos en cuenta y transcribimos lo que está dentro del tema que ahora nos preocupa: Pirque Abot, cadena de transmisión; Gaon, Gaones, Gaona, sacerdote; Rab es la designación usual del nombre del sabio R. Abba Arika, en el Talmut de Babilonia. En el año judío de 4234, nos refiere Ibn Daud, un rey persa detuvo a tres de los grandes sabios de Israel, a Amemar bar Mar Yanqa y a otros dos más. En este caso la q hebrea, suena como la k alemana y la c castellana.

Sigmund Freud

En la época en que el iniciador del psicoanálisis Sigmund Freud, era un agnóstico desligado del judaísmo, escribió Moisés y la Religión Monoteísta y otros escritos sobre Judaísmo y Antisemitismo de Alianza Editorial, Madrid, l970-86. Encontramos en este libro una curiosa reseña, que transcribimos, sobre lo que para nosotros sería el primer inicio de la palabra:
Jahve era sin duda un dios ctónico, volcánico. Ninguna razón podían tener los habitantes de Egipto para venerarlo. Seguramente no soy el primero en advertir la notable similitud fonética del nombre Jahve con la raíz de otro nombre divino Ju-piter (Jovis). El nombre compuesto Johanan una de cuyas partes es la abreviación del hebreo Jahve, tiene un significado similar a Gotthold, el nombre más popular de la cristiandad europea en las formas de Johann, John, Jean, Jens, Juan. Los italianos, al reproducirlo en las formas de Giovanni y al llamar Giovedi a uno de los días de la semana, vuelven a traer a luz una similitud que quizá no signifique nada, pero que posiblemente explique mucho. En esos oscuros siglos que la investigación histórica sólo comienza a explorar, los pueblos que rodeaban la cuenca oriental del Mediterráneo habrían sido escenario de frecuentes y violentas erupciones volcánicas que debían causar la más profunda impresión a sus habitantes. Ya hemos mencionado que el ritual judío impone ciertas restricciones en el uso del nombre de Dios. En lugar de Jahve debía decirse Adonai. La prohibición de pronunciar el nombre divino es, como sabemos, un antiquísimo tabú. No es preciso suponer que la prohibición fuera cumplida consecuentemente, pues el nombre Jahve quedó librado a la formación de nombres propios teofóricos, es decir, de los compuestos como Jahanan, Jehú, Josué...
Lo que Freud nos insinúa es que Johanan, es uno de los ángulos agudos, afilados del triángulo, los otros son Jehú, Josué -dos triángulos formaron posteriormente la estrella de David- y de donde provienen todas las semánticas de nuestra palabra Juan que hemos encontrado escrita en diversos idiomas con el mismo sonido aunque con distinta grafía en latín.
Júpiter era el dios cretense que manejaba los cataclismos, las grandes tormentas amenazantes de rayos que eran lanzados hacia la tierra. El verbo lanzar se convirtió en sustantivo y en un nombre propio y dió a Juan la significación de lanza rayos Júpiter lanza rayos- en los países de lenguas romanas hacia el occidente, Lancia: Italia; Llanca: Languedoc y Cataluña; Lanza: castellano, y en las de propagación de infuencia de lenguas eslavas e indoeuropeas, por el norte, las de Hans, Janka, Yanka, Ywan, que siguieron conservando el significado de Johanan, una de las puntas agudas del triángulo que es la forma de la punta de la lanza. Ambas definiciones coinciden en que Juan, Hans, Yanka, es a la vez Juan Johanan-Júpiter: el lanzador de rayos; y Lanza, Lancia y Llanca: el objeto, el rayo, que es lanzado como se lanza una lanza. José María Albaigés Olivart nos dice en su libro Diccionario de Nombres de Personas Universitat de Barcelona, 1993, Juan. Nombre derivado del Hebreo Johanan o hannes- Dios es propicio . O, quizá, Yohanan, Dios se ha apiadado .

Lanza en mapuche

Esteban Erize en su diccionario mapuche nos entrega la palabra lanza, como Huaiqui; lanzar, arrojar: Huerquentun. Mulduntun, Üchruvuln. En el Kechwa de Perroud-Chouvenc lanza es chuki; en el de Augusta lanza, f. waiki (armada), lanzada, f. Waiki men, lanzar, a., arrojar, tirar./-ar algo (con la tos) chafonentun; (con el vómito), rapinentun. El padre Ernesto Wilhelm de Moesbach con otras grafías anota, lanza, huaiqui: de huaiqui (waiki): aguijón, punta de lanza (de mineral o metal), la lanza misma (caña de colihue con punta de pedernal o de fierro). Runguillanca (Rungin): de rëngi, el colihue y llanca: piedra joya, joya de colihue/compare (renil, reñel, runil). El mismo autor nos da como apellido a Huaiqué y agrega: el apellido Huaiqui constituye tanto la parte individual como genérica. Al misionero y gramático padre Bernardo Havestandt le dieron por nombre Huaiquilafquén, lo que él mismo explica con las palabras: huaiqui-lancea. Para añadir y terminar: Huaiquilef:- lef: ligero. Lanza ligera. Huaiquimilla:-milla: oro. Oro del aguijón de la lanza y Millahuay: milla: oro;- lanza de oro y muchos más . La palabra lanza no la supimos encontrar en el diccionario mapuche de Rodolfo Lenz, aunque no dudamos que esté, por cierto, pues esta arma fue un elemento fundamental de la vida y la sobre vivencia de los mapuches ante la agresión de los invasores de su vasto territorio.
Hay que penetrar en estas terminologías con sumo cuidado pues no concuerdan las versiones de los mapuches del territorio argentino con la de los chilenos, además las grafías cambian los fonemas cuando son nombres o son apellidos y nombran con la palabra lanza a lo que es el coligue y nos dan la idea de que los mapuches tenían lanzas con punta de oro y piedra joya, joya de coligue. Sabemos que los mapuches no conocían el oro y, si conocían las esmeraldas y los diamantes, no hicieron caso de ellos y que es una versión cargada de fantasía e irónica el que a Pedro de Valdivia lo mataron dándole a comer oro para que satisfaciera su gula por este metal.

Los Corral de Llanca de Cataluña

El cura párroco de Llanca Josep Clavería i Canet, bibliotecario del Castillo de Perelada, en la revista Llanca, Festa Mayor de Sant Vicenc del año l990, escribe una reseña de una noble familia de Llanca. Nos dice que todos los estudiosos de la historia medieval afirman que el feudalismo originó una serie de nobles o caballeros en pequeñas villas y territorios de las que tomaban o le daban su nombre. Así encuentra, en los anales de su biblioteca, por primera vez mención de la familia de un tal Berenguer de Llanca, un escrito del 20 de enero de 1265, que reseña una batalla en el distrito del monasterio de San Peré de Rodes, en el Puerto de la Selva. Nos dice que uno de los nombres de un descendiente era Ramón de Llanca, y se interroga, si el Corral de Llanca, de la crónica de Muntaner, era de la familia de los Llanca. Nos entrega así mismo, una reproducción del contrato matrimonial de Berenguer de Llanca, pariente antecesor de los reyes de Cataluña, los Ramón I, II, de Berenguer, casado con Catalana hija del conde del Castellar, en enero de l308. Insinúa que la procedencia de los Llanca podría ser de los Condes de Lancia de la región italiana del mismo nombre que también estaban emparentados con los Roger de Llúria y que una Catalina de Llanca, fue casada por los años de 1158 con el famoso Federico Barbaroja, el guerrero germano que bajó hacia Italia con su ejército y se hizo coronar rey de Italia en Pavia y se adueñó en esos tiempos de Sardeña, Nápoles y Sicília. Poca duración debió tener, de ser creíble esta crónica y de haberse concretado el matrimonio, la vida de la señora Llanca, pues Federico Barbaroja, está históricamente comprobado, mató a todas las que fueron sus mujeres.
El párroco Josep Clavería i Canet finaliza su historia en l500, detallando que desde esos años se pierde la huella del Conde Corral de Llanca y que no existe el apellido Llanca ni en la región que lleva este nombre ni en la totalidad de España. Que los Berenguer, los Roger, los Llúria, los Corral y los Llanca eran de clara ascendencia judía, lo que me dio a entender que como tantos otros judíos ibéricos se trasladaron como conquistadores hacia el Nuevo Mundo.

Los Llanca en América

En La conquista de México de Fernández de Oviedo y de Bernal Díaz del Castillo en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España , encontramos a un Corral, como estandarte de Hernán Cortés, el que siendo noble no participaba en el frente de batalla y que se fue a Nicaragua cuando ésta fue descubierta, convirtiéndose en un buscador, comprador y comerciante especializado en diamantes y esmeraldas, a la vez que se aparejaba sin dificultad con muchas indias con las cuales tuvo una numerosa descendencia. Ahí se pierde la pista de todo Corral, pero la retomamos en Panamá, donde encontramos a un Corral de Gómez.
Sabido es que los conquistadores españoles, cuando cambiaban de región también cambiaban de apellido para no dejar huellas, detrás de si, por temor a la inquisición, y adoptaban otro conveniente a sus nuevas aventuras. Suponemos, tan sólo son conjeturas, que el personaje Corral Gómez de Almagro, con un amplio y conveniente apellido, vino junto con su padre a Chile, como lo registra José Toribio Medina, siendo amigo de Pizarro y de Almagro primero hasta el Perú y luego ambos, padre e hijo, acompañaron a Pedro de Valdivia a la conquista de Chile pues uno de sus apellidos ocultos, el Corral, dio nombre a una ciudad al sur de Chile junto a la fundada por don Pedro, las ciudades de Corral y Valdivia fueron fundadas, no sólo una al lado de la otra, sino casi al mismo tiempo. Encontramos posteriormente, como un privilegiado, al conquistador Juan Gómez de Almagro, amigo íntimo de Pedro de Valdivia siendo el feliz destinatario de una donación de éste, de toda la región, con todos sus indios, que conforma el actual marco geográfico de Pichilemu.
Este Juan Gómez de Almagro, es el que hallándose en Madrid en los días en que Ercilla daba a luz la Primera Parte de su Araucana , el poeta invocó su testimonio para acreditar que los hechos referidos en el poema estaban ajustados a la verdad. Existen otras menciones a su persona en los Documentos Inéditos de José Toribio Medina, con las siguientes reales células. Yo, el Rey.-... por parte de Juan Gómez, vecino de Santiago de esa tierra, que me ha hecho relación que él Alvar Gómez, su padre, fueron los primeros conquistadores de las provincias del Perú.../y se fueron a esa provincia Chile- en compañía del gobernador don Pedro de Valdivia.../y que cuando don García Hurtado de Mendoza fue por gobernador de esa tierra, se juntó con él debajo de nuestro estandarte real, y se halló en todas la batallas y descubrimiento della, siempre sirviendo a su costa y mención, sustentando armas y caballos, en los cual había gastado más de cien mil pesos oro.../que estuvo en el fuerte de Purén.../en el fuerte que dicen de Tucapel.../fue con el mariscal Francisco de Villagra desde la ciudad Imperial hasta la ciudad de la Concepción.../don García le señaló por vecino de la dicha ciudad de la Concepción y le dió un repartimiento de indios en nuestro nombre.../Fecha en Madrid, a 19 de Diciembre de l568.- Yo, el Rey.-Refrendada de Eraso.-Señalada del Consejo .
¿Sería este Juan Gómez de Almagro, el primer dueño de Pichilemu, el que correteaba a los indios mapuches para quitarles sus lanzas? Porque en la punta de las lanzas había una piedra que la divisaban verde-azulada, ¿sería esa piedra -punta de lanza- un diamante, una esmeralda? ¡Imaginemos a un conquistador agarrado de la lanza, de la wuaiki, de un mapuche y tironeando para arrebatársela! Ambos tironeando, el español por la avaricia de poseer una esmeralda, al grito de ¡quítenle las llancas, que tienen una esmeralda en la punta! y al indio, defendiendo también a tirones, como todo orgulloso guerrero, su utensilio de guerra, el más preciado objeto, el cual es lo que más defienden los soldados del mundo entero: indio sin lanza es indio muerto. Sabido es que la punta de las lanza de los mapuches sólo tenía una piedra sílice de color verde-azulada y otras de cuarzo llamada piedra lidia, lidita o piedra de toque, que como se sabe fue muy abundante en la cordillera, hallándose casi siempre dividida en fragmentos sumamente agudos y de cantos cortantes. En ninguna de las partes bajas de la cordillera escasean las demás variedades de cuarzo y llegan en las cajas de los ríos hasta la costa arrastradas por las aguas. Tomamos como una verdad lo que dice nuestro etimólogo Rodolfo Lenz: los indios ni de diamantes ni esmeraldas hacían caso .
Hemos insistido que los indios de todo el continente adoptaron nombres, apellidos y un sinnúmero de palabras de los conquistadores ¿le seguirían llamando llancas a las piedras codiciadas por los españoles? ¿Cuál sería el verdadero nombre de la punta de sus lanzas? ¿O realmente, como dice Lenz, usaban las llancas para llevarlas como adornos en el sombrero? ¿Usaban sombrero los mapuches?
¿Sería este Juan Gómez de Almagro, Corral de Gómez, Corral, Corral de Llanca, el que le dio su primer nombre, aquel de Llanca, que los acreditaba como noble en Cataluña a sus primeros descendientes mestizos? ¿Seguirían los mapuches nombrando llanca a las piedras verdes-azuladas? Si tanto las apreciaban los invasores ¿pasarían a ser tan valiosas, también para ellos, como para comprar esposa y otros objetos y pagar sus faltas con un puñado de ellas? En verdad no necesitamos mucha credulidad para no dudar de estos argumentos que dejan de ser historia para convertirse en el juego de incertidumbres en que se ha convertido la historia de todo nuestro continente.
Desde La Concepción parte el Alférez Caro hacia la región de Colchagua en l690, con todos sus mestizos se interna en parajes pichileminos ¿pertenecerían a los descendientes de Juan Gómez de Almagro o serían todavía del testaferro Conde de Lemus? ¿o estarían a nombre de otro oculto aristócrata escudando en secreto el nombre del verdadero dueño de la zona que pasó a llamarse humildemente Ciruelos?
¿Podría el Conde Corral de Llanca, solo Corral en México, luego Corral de Gómez en Nicaragua y Panamá, cambiado a Juan Gómez de Almagro, ser el mismo personaje que sin olvidar su ascendencia de Conde de Llanca, sabiéndose orgullosamente judío, haberle dado el nombre bíblico de Llanca, Yanqa, Juan, Johanan, uno de los secretos del triángulo que encierra el nombre de Jahve, a sus hijos mestizos?
Igual que lo que escribieron otros historiadores podrían ser nuestros informes puras conjeturas, un entretenido argumento ensamblado de débil maderaje, que no podría resiste ni el más leve empujón. De ello soy conciente. Pero también sé que ningún historiador chileno puede confirmar la mayoría de sus argumentos. Nos encontramos en su misma encrucijada pues en definitiva la historia del descubrimientos y la colonia en Chile es eso, solo suposiciones bien argumentadas, aunque con fechas y datos cronológicos precisos lo único de lo cual se puede tener fe.
¿Bueno y la canción en qué quedó? Ella fue compuesta, para decir la verdad, sin ningún argumento amoroso. No tuve ninguna aventura, ni idilio con rubias de ojos azules en Cataluña. (En Alemania..., bueno, no es este el espacio adecuado para ocuparse de narraciones que no calzan con la historia que nos estamos proponiendo). Bien. La palabra Llanca, repito -en Cataluña la c se escribe con cedilla-, apellido en Pichilemu, me hizo suponer que en España hay seres nobles, catalanes que piensan ardientemente en Latinoamérica y que les duele la sangre vertida en ella por sus antepasados, esos residuosos y desheredados conquistadores llenos de desmedidas ambiciones, de lo cual, si hubo un Carral de Llanca, no debió de estar lejos de estas tristes apreciaciones.
Pero sí pude comprobar que todos los catalanes, -nacionalistas hasta la exageración, grandes defensores de su lengua, hombres de cultura y artistas connotados-, aman a su pueblo, a su mar y sus tradiciones, que cantan y bailan la tradicional sardana y que han emigrado por millares a Latinoamérica en busca de la fortuna que en su patria, en épocas de grandes depresiones, les fue negada a la mayoría y que en Latinoamérica encontraron una nueva patria, un nuevo y fecundo porvenir. Que nos han dado su sangre mezclada con la de nuestros indios y mestizos; que heredamos sus apellidos; parte de sus buenas y malas costumbres y también los misterios de los cuales nos hemos hecho dueños, y que yo intentando descifrarlos, y de ser ameno, he querido compartir con mis parientes Llancas de Cahuil.





La conocí en Llanca cuando llegué del sur.
Era rubia y sus ojos azules
Conservaban un tierno perfume,
Su sonrisa era igual que en su infancia:
Llena de fragancia.

En su alma guardaba recuerdos
De conquistas y el misterio interno
De los hombres de España que piensan
En Latinoamérica.

Amo a Llanca, decía,
Es mi pueblo y aquí tengo mi vida.
Amo a Llanca, decía,
Es mi pueblo y aquí tengo mi vida.

Amaba la inquietud de los hombres del mar.
La hermosura del cielo en el puerto,
Los rostros serenos del pueblo
Y bajo el sol la rebelde esperanza
Del que sabe qué espera.

Me contaba bailando sardanas
Las historias de los catalanes
Que emigraron y nunca volvieron
De Latinoamérica.

Yo tuve que volver a Pichilemu, al mar.
Sé que ahora ella busca en los niños
La ternura que fue mi cariño.
¿Quién la abraza en Llanca le solaza
Lo que ambos vivimos?

¿Quién comprende mi angustia en su ausencia
Y qué ella en silencio me piensa?
En su idioma la busco y la llamo
Por Latinoamérica.