sábado, 12 de marzo de 2011

Cazuela a dedo perdío.

Desde las viejas locomotoras a vapor usadas en las faenas de construcción del ramal ferrocarrilero a Pichilemu, hasta las máquinas diesel que arribaron a la costa en la década del sesenta, transcurrieron más de medio siglo. Fue la época del apogeo del vapor como fuerza motriz del ramal.
El agua era imprescindible para las calderas de las locomotoras. Se almacenaba en ciertas estaciones, en estanques de acero, dotados de una gigantesca llave o grifo surtidor, al que los ferroviarios llamaban familiarmente, el caballo de agua.
Con la Cordillera de la Costa en medio, las estaciones de Alcones, en el oriente y El Lingue en el poniente, eran estratégicas para las sedientas locomotoras, exigidas a full potencia en la escalada.
Todavía, por la década del 50, el convoy que salía desde Pichilemu por la mañana, arribaba a la hora del almuerzo a la estación de Alcones.
Mientras la máquina "hacía" agua, los viajeros corrían a un costado de la estación a tomar posición frente a un tablero donde estaban servidas las humeantes cazuelas a dedo perdío y si alguien se antojaba, también, un te frío. De pie, tragar, cancelar el importe tarifado y vuelta al pata de fierro, bien restaurados de la panza.
Para aumentar el glosario, sólamente; cazuela a dedo perdío, es aquella, servida generosamente, en plato hondo sin base ni baranda. Obvio que al transportarla, el humilde servidor, necesariamente debía meter sus dedos en el caldo, para más enjundia.
Ojos que no ven....

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